Mi padre trabajó con un arado a caballo, sus hombros enguantados como una vela llena ensartada entre los fustes y el surco. El caballo se esforzaba a su lengua chasqueante. Un experto. El pondría el ala y ajustaría la media de punta de acero brillante. El césped rodaba encima sin romperse. En la cabecera, conVer más ⟶
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El arado del tiempo
La noche cerró mis ventanas y el cielo se hizo una casa de cristal, la luna resplandecía en las ventanas de cristal, exhibiéndose a través de ellas, a través de toda la casa de cristal una estralla solitaria brilló y extendió su cable de cristal y dibujó un arado a través de la tierra desenterrandoVer más ⟶
Mozo de labranza
Luego del brillo del último rojo del atardecer, oscuro, elevado en la línea de una colina baja, formado en sombras móviles, ví a un mozo de labranza y dos caballos alineados contra el gris, arando en la oscuridad el último surco. El césped tenía un destello marrón, y en el aire había olor a tierra,Ver más ⟶
Luego de argumentar contra la aseveración de que el arte viene del descontento
Susurrando a cada agarre “regresaré”, subo al acantilado en la oscuridad. En un lugar suelto una roca y escucho largo tiempo hasta que golpea, débil, en el golfo, pero la precipitación del torrente casi la hunde, y el viento, casi olvido el viento: te separa hacia tu lado o espera y luego zarandea, te caesVer más ⟶
Labradores
Un arado, dijeron, para arar la nieve. No podían pedirlo para plantar, no, a menos que se burlaran amargamente de haber cultivado roca. Poema de Robert Frost, traducido por HM