Definir quiénes somos es una tarea imposible, de hondo contenido existencial. Quizás podamos orientar a nuestros lectores elucidando la circunstancia que rodea nuestra labor cotidiana. Somos de cualquiera de los géneros posibles, apostamos al ejercicio mental tanto como al físico, pero con cierto gusto por el sedentarismo que raya en el goce puro. Si tuviéramos que definirnos, hoy no hay oficio que nos cubra del todo bajo su manta protectora. Redactores, escritores, periodistas, cronistas, trabajadores del sector servicios. Son definiciones que acercan pero no concluyen.
Obreros de las palabras parece una expresión pomposa pero trata de no serlo. Parecería que ser sustentable económicamente hablando gracias a la redacción de textos no tendría otra expresión más acertada. A veces trabajamos en relación de dependencia contractual con otras personas, a veces por cuenta propia. No somos mercenarios en tanto que no estamos dispuestos a vender nuestra fuerza de trabajo a cualquier persona, empresa o interés.
Aunque vivamos en una posmodernidad desembozada, nos definimos como modernos, quizás como una forma anárquica o negacionista de los peores males que la posmodernidad engendra. Sabiendo que se trata de un desarrollo filosófico absolutamente dependiente de la concepción moderna de la vida.
Hay quienes se dirigen hacia nosotros como ciudadanos, pero cada vez menos, hoy ser consumidor es lo que más relevancia tiene para nuestra existencia. Consumimos medios de una forma “productiva” para el sistema. Pero no necesariamente funcional al mismo.
Es probable que nuestras coberturas mediáticas y crónicas carezcan del rigor periodístico que indica un número de fuentes y chequeos mínimos para volcar información. Sin embargo, esa carencia sólo es reflejo de la sociedad en que vivimos, lo que se pierde en rigurosidad académica-científica o fáctica, se gana en análisis, evaluación y contrastación. Para los que aún creemos que Platón y otros filósofos no nos han liberado de la caverna, sino que nos ofrecen indicios de lo que se desarrolla por detrás y por fuera de ese dispositivo audiovisual que se presenta como realidad y que claramente, está maldita.
Entendemos que a nuestras noticias y artículos se los pueda tildar de panfletarios, argumentando que nuestros juicios o análisis obedecen ostensiblemente a una visión o posición previa más o menos interesada y fanática, que sus posturas no sólo carecen de una base de información indiscutible y exhaustiva, sino que revelan un fácil subjetivismo que desprecia incluso los testimonios más inexorables de la realidad, y que en todo ello se construye deliberadamente un estilo efectista, dirigido más a deslumbrar o subyugar que a demostrar o informar. Lo único que podemos asegurar, a quienes nos han planteado estas críticas, es que todas las notas que se publican tienen un sustento de serena honradez en la información, y han sido escritas en base a lentas y puntillosas constataciones.
«Todas las notas que se publican tienen un sustento de serena honradez en la información, y han sido escritas en base a lentas y puntillosas constataciones.»
— Hugo Muller