Autor: William Morris
Bella es ahora la marea de primavera, ahora la tierra yace contemplando con ojos de una amante, el rostro del sol, anhela mucho la luz del día, y la esperanza está envolviendo los verdes acres con aumento comenzado.
Ahora dulce, dulce es vagar por la tierra en medio de las flores y pájaros y las bestias del campo, el amor se mezcla con amor, y no está sopesando ningún mal en tu corazón o el mío, donde toda la pena está sanada.
De pueblo en pueblo, por abajo y justa labranza lejos hemos vagado y largo fue el día, pero ahora viene la tarde al final del pueblo, donde sobre el muro gris la iglesia se erige gris.
Hay viento en el crepúsculo, en el blanco camino delante de nosotros está soplando la paja del patio de los bueyes, el borde de la luna se está elevando, una estrella resplandece sobre nosotros, y la veleta de la cúspide de la aguja se balancea dudosa.
Allí abajo se sumerge la autopista, hacia el puente cruzando el arroyo que corre al Támesis y al mar. Acércate, mi dulce, somos amante y amante, esta tarde tú eres entregada a la satisfacción y a mí.
¿Deberíamos estar contentos siempre? Acércate más y escucha: tres campos más allá, como me contaron allí, cuando se ponga la joven luna, si el cielo de marzo se oscurece deberíamos ver desde la cima de la colina el brillo de la gran ciudad.
Escucha, ¡el viento en las ramas del olmo!, sopla desde Londres, y cuenta de oro, y esperanza y ajetreo, de poder que no ayuda, de sabiduría que conoce, pero no enseña nada de lo peor y lo mejor. Cuenta de los hombres ricos, y extraña es la historia, cómo tienen y anhelan, y se aferran a lo largo y ancho, y ellos viven y mueren, y la tierra y su gloria ha sido sólo una carga que ellos apenas podrían soportar.
¡Escucha!, el viento de marzo nuevamente está contando de una gente, de la vida que ellos viven allí, tan macilenta y sombría, que si nosotros y nuestro amor hubiese estado viviendo en medio de ellos mi devoción hubiese fallado, tu belleza se hubiese oscurecido.
Esta tierra que hemos amado en nuestro amor y nuestro ocio cuelga para ellos en el cielo, demasiado fuera de su alcance, las anchas colinas sobre el mar llano para ellos no tienen placer, los grises hogares de sus padres ninguna historia para enseñar.
Los cantantes han cantado y los constructores han construido, los pintores han formado sus historias de deleite, ¿para qué y para quién ha sido dorado el libro del mundo, cuando todo es para estos salvo la negrura de la noche?
¿Cuánto tiempo, y para qué está soportando su paciencia? ¿Con cuánta frecuencia debería ser contada su historia, mientras la esperanza que nadie busca en la oscuridad se está ocultando, y el mundo envejece en dolor y pena?
Regresa al albergue, amor, y las luces y el fuego, y la vieja tonada del violinista y el arrastrar los pies, porque allí en un rato habría descanso y deseo, y allí el amanecer será dulce.
Todavía amor, mientras vamos, el viento sopla detrás de nosotros, y carga la última historia que cuenta esta noche, cómo aquí en la marea de primavera el mensaje nos encontrará, porque la esperanza que nadie busca está viniendo a la luz.
Como la semilla de mitad del invierno, sin ser atendida, imperecedera, como el trigo sembrado en otoño bajo la nieve yaciendo verde, como el amor que nos tomó desprevenidos, sin querer, como el bebé bajo tu faja que crece sin ser visto, así la esperanza de la gente ahora brota y crece, el descanso se desvanece ante ella, y la ceguera y el temor, nos ordena aprender toda la sabiduría que conoce, nos ha encontrado y sostenido, y nos ordena escuchar: porque carga el mensaje: “Levántense en la mañana y vayan por sus caminos hacia la duda y la lucha, unan la esperanza a nuestra esperanza y mezclen pena con pena, y busquen el amor de los hombres en los breves días de la vida”.
Pero he aquí, el viejo albergue, y las luces, y el fuego, y la vieja tonada del violinista y el arrastrar de los pies, pronto para nosotros habrá quietud, descanso y deseo, y el despertar de mañana a los hechos será dulce.
traducción: HM