Autor: Tyler Malone
«Adentrémonos en el azul», fue como la invité a traspasar el muelle del patio trasero. No estábamos preparados para más oscuridad que color sobre nuestra laguna de lodo prestada.
La arena estaba tan lejos como el invierno y ya llevábamos dos tablas de madera astillada ofreciendo nuestros cuerpos al agua del lago arrastrada este año. Los sonidos de los servicios de poda de árboles que ya estaban talando y limpiando el crecimiento primaveral se imponían a cualquier ruido de agua sucia. La comunidad del lago era estacional. Las propiedades baratas frente al mar de Texas estaban vacías a finales de mayo después de que los ancianos propietarios del norte escaparan de vuelta a su mundo descongelado, felices de que el globo se parta fácilmente por la mitad.
Su mano en mi muslo, el dedo índice jugueteando con un agujero en el lateral de mi bañador que ha visto demasiadas temporadas, igual que el vestido de novia de una vieja novia si lo llevara a su última boda anual. Ella se inclinó, ofreciendo el grado de fricción de una astilla entre las capas de piel del pulgar y dijo: «He estado pensando, y no por nada malo que haya pasado, pero necesito dejar salir esto antes de que salgamos esta noche». Ella inhaló. «¿Un pancho es un sandwich?»
Viviendo más allá de la casi muerte por ansiedad, dije: «Existe como su propia entidad. No preguntes por sus ingredientes ni por qué existe como existe, simplemente lo devoras. Si cuestionas la perfección de un pancho, te estás partiendo».
«Lo único que se resquebraja son tus pies», dijo retirando las manos y haciendo girar el dedo sobre mis piernas cruzadas. Mi seco talón izquierdo acariciaba su pierna desnuda. Al ver las sombras de carne que se filtraban a través de los pliegues blancos y secos, retrocedió.
“Son los pies de Cristo. Sagrados y preparados para ser lavados por alguien”. En exageradas patadas de bicicleta, yo la amenacé con mis pies de cadáver.
«Lo único que deben tocar esas cosas asquerosas es esta agua sucia», dijo, apartándome los pies. Golpeando mis talones contra el agua, chilló al salpicar la baba del agua del lago, aún fría por el último aliento de la primavera. El chillido no era del agua, sino de una astilla que se clavó en la parte posterior de su rodilla.
Con las uñas laqueadas y coloreadas como sandías listas para ser devoradas en un picnic bautista, pellizcaba la madera como si fuera una diosa en bikini sacando a un curandero danzante de una caverna, cuyas paredes estaban pintadas con figuras contorsionadas y profanas. Conté pelos sin afeitar en la parte posterior de su rótula, alrededor de media docena de brotes de canela. «Nunca estamos preparados para que los demás nos vean tanto como nos ven», dije mientras dejaba de contar pelos cuando ella arrojó la astilla al agua sin que salpicara lo más mínimo.
Aún, ella no me escuchó.
“¿Piensas que toda esta madera es de alguna cosa importante?” preguntó ella. “¿El Arca de Noé, una diligencia de un gran atraco a un banco, una extraña nave espacial de madera que un loco local trató de inventar?”
“Este muelle sería la cosa más importante de Texas, entonces”.
Deslizándose de nuevo hacia mí, me besó mientras me metía los pies en el lago artificial, carcomido hasta los tobillos por aguas bacterianas del tinte de las aguas residuales vertidas. «Estamos aquí, eso es lo que el mundo entero quiere descubrir».
Duros juramentos en español cortaron las motosierras en algún lugar de los árboles que rodeaban el lago, desbrozando propiedades en las que ni siquiera vivía nadie. «Hay un granero en el que se dice que se utilizó madera del Mayflower», dije. Ella asintió, pensando en pavos y maíz y oraciones estacionales, probablemente no en la llamada de una bruja quemada al Dios de su madre o en la primera ampolla de una marcha de la muerte en un tierno talón. «No es aquí, quiero decir. Pero podría ser cierto, usar el casco de un barco para hacer un granero. Pero ahora tenemos madera y naturaleza de sobra. La mayor parte de lo importante no lo es para la historia y ya hemos pasado todo eso. Estos árboles bajo nosotros fueron cortados y tratados químicamente para construir un muelle que estará aquí hasta que no esté».
Y luego fueron dos cuando sus pies se unieron a los míos en las nubes de agua. El sol de la tarde empujaba la sombra del techo del embarcadero hasta los bordes de nuestros regazos. Las aguas no dejan de acercarse lentamente hacia nosotros. En la sombra, el agua del lago casi parece azul, como siempre debería ser, tan azul como siempre es el agua de verdad. Casi nos veo a los dos entre las lentas olas, cada uno construido de nuevo para aquel ahora.
traducción: HM
