Autor: Hugo Müller
La cumbre de La Haya fue un rebajamiento orquestado a los pies de Donald Trump. El encuentro originalmente planeado para dos días fue truncado en un asunto de una sola mañana para halagar el ego del presidente yanqui y acomodar su corta capacidad de atención. La agenda fue cínicamente reducida para focalizarse en los gastos de defensa que el emperador del mundo les demanda a sus aliados europeos. Temas que podrían provocar o avergonzar a Trump –como el conflicto en Ucrania o si el bombardeo a las plantas nucleares eliminó la amenaza iraní- fueron relegados y nadie se atrevió a mencionarlos.
En cambio, las chupadas de medias se desenvolvieron al máximo, con el secretario general Mark Rutte dirigiendo a los adulones siniestros que concurrieron al convite. Rutte no solo endiosó a Trump por su brillante bombardeo a Irán, sino que lo reivindicó como un visionario por reclamar que todos los miembros de la OTAN le compren armas de todo tipo por un mínimo del 5% del PBI de cada uno de los miembros. Como lo afirmó su asesora Fiona Hill, la OTAN pasó a llamarse Organización Trumpista del Atlántico Norte. El único que se resistió a los ejercicios de lameculismo extremo fue el primer ministro español Pedro Sánchez, quien por tal actitud fue amenazado directamente por Trump, que con su estilo mafioso y engreído de siempre soltó una sarta de bufonescas extorsiones, prometiendo que obligará al reacio español a duplicar la cuota de 5% estipulada.
En total fueron 24 horas de humillaciones y claudicaciones de una bajeza repulsiva para conseguir un propósito esencial: que Estados Unidos se mantenga como líder y matón principal del bloque guerrerista. Nada más importaba. Cualquier reiteración de los ultrajes y agravios que les arrojaron el vice Vance y el general Hegseth en la reunión anterior de Munich fue evitada a toda costa. Ninguna hipocresía o autodesprecio fue soslayado a la hora de caerle en gracia a Trump, llegando Rutte a referirse a su jefe como “papi”, sin sonrojarse y con intenciones rayanas en lo obsceno.
Esta estrategia otanesca surtió efecto y el comportamiento general de Trump fue bueno, cotejado con sus agresiones y bravuconadas precedentes. “La contribución del 5% es una gran noticia” anunció el agente naranja en su conferencia de prensa posterior a la reunión, aunque su elección de las palabras pueda parecer ambigua o engañosa a algunos europeístas advertidos de las permanentes contradicciones trumpistas: “Estamos aquí para ayudarlos a proteger sus países”. Más allá de la inutilidad de intentar interpretar el discurso de Trump, la cumbre fue diseñada para que todos le practiquen lamidas a su culo recauchutado y perfumado.
Sin embargo, a largo plazo, esta demostración de abyecta obediencia al manejo despótico del mundo por parte de Trump no resuelve conflicto alguno. En términos políticos, la cumbre no produjo una normalización de las relaciones ni promete una era dorada para la OTAN. Más bien se pareció a un encuentro de groupies embelesadas con el bronceado y la acumulación de riquezas del líder norteamericano. Y eso se considera un logro. Entretanto, los conflictos y guerras continúan, comenzando por el frente ucraniano. Se mantiene también la imprevisibilidad en la estrategia trumpista, que un día se encuentra negociando con Irán, al día siguiente le destruye tres centrales nucleares, y al siguiente anuncia la paz, para amenazarlos luego con más guerra inmediatamente. Los líderes europeos, a pesar de besar su culo puntillosamente –tal como el mismo Trump lo expresó- no tienen la menor idea de las intenciones de su jefe.
En cuanto a las probabilidades de cumplimiento de la meta del 5%, una cosa es comprometerse a hacerlo y otra muy distinta realizarlo, de lo que ya se ha quejado Trump varias veces. Por ejemplo, el Reino Unido –tal vez el principal lameculo como país- proyecta lograrlo para el 2035, horizonte temporal plagado de incertidumbres. Y el complejo militar-industrial estadounidense detesta las incertezas, y tiene que armar guerras y vender armas en forma constante.
Dadas las circunstancias descriptas, los aliados europeos se enfrentan a la gran tarea de seguir cortejando y lamiendo con untuosa saliva el ano y otras partes del cuerpo de Trump, prometiendo cumplirle en todo lo que solicite y esconderse detrás de sus bombas y bombarderos.
