Santiago Peña, ¿presidente de Paraguay o secretario del cartel de Cartés?

Autor: Alvaro Correa

Basta leer el currículum en Wikipedia para darse cuenta de que se trata de una persona repugnante, siempre que uno crea en tales “verdades enciclopédicas” o “construcciones colaborativas de conocimiento”, a las que parece apuntar ahora Elon Musk para imponer su agenda aquí y hasta en Paraguay, donde ahora tiene a su “son of a bitch” que le compite palmo a palmo a Milei para ver quién se comporta de manera más abyecta y ruin en el plano internacional.

Los dos reivindican el terrorismo de estado en el plano interno y externo: uno reivindicando a la dictadura argentina y el otro a la paraguaya; el primero abrazándose al mesianismo hebraico, insertándose de lleno en la ultraortodoxia genocida, y el otro viajando para abrir una embajada en Jerusalem, cerca de barrios palestinos donde aún no incineraron los cadáveres. Sus macabros y obscenos gustos por el exterminio y el sufrimiento de millones de seres humanos es compartido mientras se deleitan con ópera bufa.

Acá estamos ante un psicópata y un cararrota que se le plantan al gobierno bolivariano de Maduro. Mientras Milei es la vanguardia de la patota fascista global que lo quiere comer crudo al presidente venezolano porque “no mostró las actas”, reivindicando incluso que el ya muerto Carter (y… ¡era hora) llegó a reconocer el triunfo de Edmundo González Urrutia, tramado desde Washington y Tel Aviv, al estar vedada la candidatura de la otra líder ultraderechista venezolana, María Corina Machado, íntima de Bibi Netanyahu. Con ellos se entienden fenomenal tanto Milei como Peña, los admiran hasta babearse y limpiarse la boca con las mangas de sus camisas.

Hoy Venezuela rompió relaciones con Paraguay y enseguida Peña les dio 48 horas a los funcionarios venezolanos para salir del país. La verdad es que los berrinches que hacen desde el mundo de la diplomacia sólo ayudan a generar un clima de odio y violencia, afianzar estereotipos antojadizos que funcionan como base del pensamiento digital de la inteligencia artificial del hombre deshumanizado. Al menos eso es lo que le recomendó su jefe, nada menos que el mafioso presidente del Partido Colorado y ex presidente Horacio Cartés, que a esta altura, en lo que es una gaffe muy graciosa, tiene prohibido el ingreso a Estados Unidos, cuyos parámetros lo consideran “excesivamente corrupto”. Ahora él está gobernando el país por delegación, prosiguiendo su control de las instituciones –políticas y económicas-, haciendo lo que se le ocurra para seguir acumulando millones y crímenes.

Como secretario Peña siempre demostró ser un sujeto eficiente, que cumple con las instrucciones de sus mandantes, especialmente durante su vasta experiencia en el FMI, y a partir de sus conocimientos como financista y conocedor profundo de maniobras dignas de Macri o Cositorto, creación de off-shores y paraísos fiscales. En todo lo atinente al mundo cripto, su juventud le da ventajas respecto de sus colegas más veteranos –incluido Cartés que no se deprimió por la prohibición de volar a la Florida, donde se congrega toda la bazofia, la cakistocracia que nos gobierna en los países ya sometidos al neocoloniaje que desplegará Trump para América Latina-.

Peña fue ministro de Cartés y desde allí limpió un montón de sus negocios sucios, hizo milagros contables que le permitieron fugar millones de dólares para darse el lujo de abrir una embajada en Jerusalem. ¿No es enternecedora la casta paraguaya? ¿O acaso Peña es un nuevo mariscal López, que quiere elevar el espíritu de sus compatriotas haciéndole la guerra a Venezuela y contribuyendo a la masacre del pueblo palestino? ¿Es que no les alcanza con matarlos de hambre y repulsión?

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