Autor: Máximo Redondo
El cualquiercosismo anarcocapitalista continúa como pensamiento hegemónico de la casta. Los nauseabundos debates conducidos por un Menem más verraco que su antecesor, derivaron en la aprobación general de una ley Bases que provoca que Alberdi se dé un revolcón en la tumba, y desee morir por segunda vez antes que leer el mamotreto dispuesto por el presidente judaico. No vamos a recomendar lecturas tóxicas y de una estolidez inenarrable. Hábitos automatizados para mentir al estilo de un chanta de copetín, esa es la verborrea standupera del “tracción a Clonazepam”, como lo llama el enojoso Santiago Cúneo, antítesis de su pariente, ministro de Justicia, quien se afana por reivindicar a terroristas de Estado y aniquilar la libre expresión en el país, siempre con la vista gorda de una Corte Suprema que merece ser descuartizada y quemada en la Plaza de Mayo, en lo que sería un verdadero Pacto de Mayo, mucho más profundo y simbólico que las bazofias que propone Milei como estrella principal de la ultraderecha global, agarrado de los testículos de la secta mosaica pedófila de New York y del estrellato de Messi en el Inter Miami, con la mafia terrorista que lo cobija incluida.
¿Acaso estamos ante un cambio de paradigma en la sucesión cíclica de gobiernos infames traidores a la patria? ¿Se puede considerar al gobernador Kicillof y a Grabois como héroes y patriotas que merecen encabezar la resurrección de un proyecto post-cristinista? ¿O tal vez los argentinos deberán padecer la aberración cristalizada en el Anticristo que nos gobierna hasta la eternidad, reforzada con figuras de la talla de Villarroel, o la hermanovia del presidente, como la denomina el humorista Peroncho?
Dudas que emergen de un escenario pavoroso de recesión, depresión y coqueteo con el suicidio que experimentan los argentinos cada vez que visitan una farmacia o supermercado. Con este panorama los trabajadores deberán festejar mañana un día en que prevalecerá una tristeza infinita, un profundo dolor anal y frustraciones constantes ante una vertiginosa pérdida del poder adquisitivo de los salarios. La pobreza que derramará la ley Bases no será una pobreza bella, que le interesará filmar a los directores del establishment que pretenden candidatearse al Oscar. Será una pobreza horrible, a matar o morir, impregnada de una violencia insondable y un odio espeluznante.
Para más adelante, se aguarda un paro de la CGT, antes del 25, fecha indicada por el desaforado entregador de la nación para asentar un pacto idéntico al Consenso de Washington, haciéndole honor a su alma de plagiario. Milei prefiere la mafia del narco a la existencia del Estado, su ideario debe ser contemplado como lo que es: una constante apología del delito. Convalidar a un desquiciado que se sumerge en un misticismo protagonizado por perros clonados y delirios de académico putrefacto, suena al menos descabellado. Pero la bendita corrupción que corroe las democracias modernas y organiza el sistema neocolonial y neoesclavista vigente, liderada por empresarios desencajados que se creen dueños del mundo, al estilo Galperín, conduce a lo que estamos experimentando hoy.
Acá quien no se hace antisemita no merece el menor reconocimiento. El Plan Andinia es un poroto al lado de lo que está pasando. Así persiguieron a un escritor de la talla de Luis Ferdinand Céline, en su Viaje al fin de la noche. Me parece que estamos en la misma, en el mismo túnel cuya luz vislumbraba la ex vicepresidenta paralítica del padrino de Milei, sólo que acá no se atisba ni una chispa de esperanza. El presente se ve tan sombrío como el futuro. De la depresión no se sale así nomás, charlándolo o buscando contención en paraísos artificiales como los aparatos celulares de mierda que todos veneran mientras su deshumanización avanza a pasos agigantados.
Como corolario de esta afrenta, de este acto de subyugación y sometimiento lúbrico a los interesas y demandas de una crápula empresaria que se caracteriza por favorecer y propiciar el genocidio en Gaza, se puede decir que sólo cabe la resistencia y la denuncia a la eternidad,