Autor: Philip Larkin

Cara de león suspendida derramándose en el centro de un cielo desguarnecido, cuán quieta te paras, y como una sola flor sin tallo, sin ayuda, te derramas sin ser recompensada.
El ojo te ve simplificado a la distancia en un origen, tu cabeza de llamas con pétalos continuamente explotando. El calor es el eco de tu oro.
Acuñado allí entre solitarios horizontales tú existes abiertamente.

Nuestras necesidades trepan y retornan a cada hora como ángeles. Abriéndose como una mano que das para siempre.

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