Autor: Philip Larkin

Obediente vestido cotidiano, no siempre puedes mantener esa joven superficie infalsificable. Debes aprender tus líneas –enojo, diversión, sueño, esos pocos carteles de prohibición del continuo viento cargado de arena gruesa, el tiempo, debes engrosarte, trabajar suelta en una vieja bolsa cargando un nombre ensuciado. Sécalas al sol, que se agrieten, que se aflojen, y perdóname, que pueda encontrar, cuando tu te renueves no habrá festividad ostentosa que te desgaste, tal como la ropa está titulada hasta que la moda cambia.  

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