Autor: Philip Larkin
Cansado de un paisaje conocido demasiado bien cuando joven: las superficiales colinas, los pájaros aburridos volando pasando las rocas, cansado de recordar los niños del pueblo y sus palabras traviesas, él abandonó su pequeña propiedad y se fue al sur, reconoció al instante su deseo de yacer en la atractiva boca de los habitantes, la iglesia junto al pantano, el caliente cielo azul.
Asentado, y en este espejismo vivió sus sueños, el matón amistoso, santo o amigo encantador de acuerdo a sus modales. Aún él a veces pensaría en su pueblo, y se preguntaría si los niños y las rocas estarían todavía igual.
Pero él se olvidó todo esto cuando envejeció.
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