Autor: Philip Larkin
Demora, bueno, los viajeros deben esperar, demora. ¿Por cuánto tiempo? Nadie parece saberlo. Con todo el equipaje pesado, los billetes chequedos, no puede ser mucho… Deambulamos de un lado a otro, nos sentamos en sillas de acero, compramos cigarrillos, dulces y té, desplegamos los diarios. Deberíamos sonreír, ¿quizás hacer amigos? No: en la carrera por asientos mejor estar solo. La amistad no vale la pena.
Seis horas pasan: si hubiera ido en bote anoche estaría allí ahora. Bueno, es demasiado tarde para eso. La chica del kiosko está bostezando. Me sentí estancado, estupefacto por la inacción –y mientras la luz comenzaba a menguar afuera, por temor, tenía muchas esperanzas en esta suposición. Ahora ha fallado.
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