Autor: David Ratcliffe

Es el discreto eremita pesadamente armado conducido por la codicia tomando a inocentes mientras duermen.

El fascista en el campo de juego intimidando la cabeza, conmoviendo la facultad de autodestrucción a la mera mención de su nombre.

La mala semilla germinando ociosamente en terreno rico, esperando pacientemente que se reduzcan las defensas para anclar su raíz parasitaria, definiendo en secreto su existencia, consumiendo células cansadas, creciendo en masa antes de extender sus tentáculos mientras consume lentamente al huésped.

Es la desesperanza que mata cuando atestigua el sufrimiento de una persona amada, cuando comienza la guerra química con daño colateral evidente, mientras toda esperanza está puesta en una respuesta positiva

Gritando silenciosamente en mi cabeza le pido al maligno bastardo que la deje sola, que deje de tirar de la trama de su delicado tapiz, esperando que el herbicida mate la maleza y no la planta.

Todavía ella sonríe, incapaz de caminar ahora mientras es empujada por corredores sonriendo, agradecida, siempre agraciada, por siempre joven, eternamente amable.

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