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Estamos aquí reunidos para enterrarla en este poema. No se casó con un borracho desempleado que le pegara todas las noches. Sus numerosos hijos jamás usaron camisas manchadas con moco o vestidos arrugados. La mujer hermosa murió simple, calmamente. Y quizás la limpia suciedad de este poema la entierre. A ella y su vientre, sus joyas, sus peines y sus poemas. Y sus pálidos ojos azules, y su gesticulador esposo, rico y atemorizado.
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