Autor: Alvaro Correa
Hay un partido de izquierda, utópico y latinoamericanista, que va a competir por la presidencia de la nación centroamericana, cagada por los yanquis y meada por los perros desde el primer golpe de la CIA en su patio trasero, cuando desplazó de la presidencia a Jacobo Arbenz.
Para los que no saben de historia, ésta es una oportunidad para cristalizar los sueños de un socialismo que distribuía felicidad y amor. Además de inteligencia, intelectualidad, buenos vinos y excelente teatro. Prometen una vida que transcurre con gustos burgueses a cuentagotas, y se centra en materia y esencia de maíz de las fértiles tierras mayas. Allí crece una floresta que genera envidia a científicos farmacéuticos, acaparadores de negocios y engendradores de adicciones.
Semilla es sinónimo de arte, de Miguel Angel Asturias, la belleza de palabras puras que arrebatan el alma, que embelesan y dejan huellas de placidez. Hay que ser estoico para creer en el sistema democrático guatemalteco. La mayoría de los presidentes se fueron malditos, y ninguno pudo acceder a la reelección, habiendo fracasado con todo tipo de programas y plataformas políticas. Semilla promete quedarse en los corazones de los indígenas y descastados, con quienes tienen hambre o aburrimiento, y creen que partiendo a los Estados Unidos se realizarán como personas, o que prosperarán como traficantes de lo que sea… Es triste el éxodo idiota, los flujos que reflejan la magnitud de una crisis orquestada por el intervencionismo yanqui confabulado con una élite tan grosera como ignorante, tan cipaya como engreída. Semilla no tiene nada que ver con ellos. Semilla desplegará una estrategia inteligente para vencerlos. Si gana Semilla, les conviene ir vendiendo sus helicópteros y sacar el dinero que le robaron al estado guatemalteco de paraísos fiscales de Miami y Milwaukee.
Vándalos de ultraderecha obtuvieron bastantes votos en esta elección donde se impuso el voto nulo. El hastío con el sistema es notorio en las ciudades más grandes y en los pueblos más remotos. La ciudadanía coincide en que existe una casta política horripilante, integrada por muchos evangelistas que Cristo revivido crucificaría.
Semilla tiene lógicos enemigos y odiadores. Todo elemento adepto a las dictaduras y a los gobiernos de mano dura que despellejaron indígenas y gremialistas, defensores de derechos humanos y activistas ambientalistas. La lista de mártires revolucionarios que formaron parte de las filas de Semilla es enorme y no la vamos a dar a publicidad. No queremos enorgullecernos de los muertos sino de los vivos. Aquí hubo una conquista, aquí hubo una colonización, aquí hubo una masacre, por aquí paso orondo el terrorismo de estado, el capitalismo salvaje campeó a sus anchas, la necropolítica y la narcocracia son dimensiones comunes de análisis de la realidad guatemalteca. Desde una perspectiva socioeconómica, se impone la barbarie del “libre mercado”, se despoja de identidad y territorio a poblaciones indígenas, se ofrece música reggaetonera o pop en paisajes hermosos, arruinando la naturaleza y el silencio.
Somos Semilla porque queremos ser planta, árbol, bosque, aves, canto, y gloria de Dios. Queremos elevarnos por encima de la mediocridad tecnologizada cuyos únicos ritos son telefónicos o egocéntricos. Creemos en los hombres de maíz, en las casas de barro, en la energía solar y la templanza espiritual de nuestros ancianos, que todos los días nos cuentan historias de saqueos y vejaciones, recordándonos la maldad de los gobiernos sucesivos que no supieron enamorar a un pueblo heterogéneo. Ellos son los jefes de campaña que propagarán la “buena nueva”. No todo es nihilismo o escepticismo aquí. No nos quedaremos de brazos cruzados hasta llegar al palacio de gobierno, y una vez que lo tomemos, ahí sí, vendrá la revolución.
