Autor: Philip Larkin
A C.G.B.
Cuando ella entraba no podías conservar tu asiento, peleando para abrirte camino a través de la orquesta, paleto torpe, has confundido tus pies, caíste en el tambor –¡cómo nos fuimos, ja ja ja! Pero una vez que ganaste su lado y comenzaste a bailar el vals todos comenzamos a alentar, el modo en que ella inclinaba su mejilla en la tuya y se reía era tan exaltante, pensamos que se estaban haciendo los tontos para la dirección.
Pero no. Lo que ustedes hicieron, todos deberíamos hacerlo. Y diciendo eso veo nuestra diferencia: no tu aplomo (yo usé el mío para sentarme firme), sino fantasear que tú la mejoraste. ¿Dónde está el sentido en decir amor sugiriendo indiferencia? Sólo tú la cambiarás. Aún así, estoy seguro de que tienes razón.
