Autor: Philip Larkin
Esa nota que sostienes, estrechándose y elevándose, se sacude como New Orleans reflejada en el agua, y en todos los oídos apropiados la falsedad se despierta, construyendo para algunos un legendario barrio de balcones, canastas y cuadrillas de flores, todos haciendo el amor y compartiendo…
Oh, ¡toca aquella cosa! Enmudece gloriosas historias de la villa que otros pueden licenciar, las chicas de los locales de alterne son como tigres de circo (apreciadas muy por encima de rubíes) para fingir sus modas, mientras los académicos frustrados asienten con la cabeza, desapercibidos, envueltos en mantas y ropa vieja.
Tu voz cae sobre mí mientras ellos dicen que el amor debería surgir, como un ojo enorme. Mi ciudad creciente es donde sólo tu discurso es comprendido, y saludado como el ruido natural del bien, esparciendo dolor de pelo largo y marcada compasión.
