Autor: David Ratcliffe

Dejando la plataforma, dejamos nuestras vidas detrás… A quien sea que estemos dejando, y a donde sea que vayamos, el extraño por ahora, nos mantiene cautivos con miradas y juicio.

El vagón es como una sala de espera, aunque el movimiento que atraviesa árboles y prados es más interesante que los carteles de fallecidos o los grabados de paisajes.

La estudiante de enfrente se mueve y se acerca a la ventana fingiendo leer lo que ya ha leído, sintiéndose amenazada por tu invasión.

Los pensamientos de tranquilizarla se ven interrumpidos por el temor a un malentendido, así que te das vuelta y te enfrentas a tu reflejo y te concentras en un rebaño de ovejas.

Al reducir la velocidad, se divisa la torre de una aldea y uno reflexiona sobre los numerosos nacimientos, matrimonios y fallecimientos que habrán mantenido constante la población.

Aunque el asiento vacío a tu lado trae inquietud ante el chirrido de las ruedas, pensando en qué asesino desviado, maloliente y descuidado podría exhalar olor a cerveza rancia en tu dirección.

O tal vez algún barrabrava prepotente con un puñado de odio pueda iniciar una conversación con opiniones que no compartes.

Lo que fuere, quien sea, encuentras que el control no puede retornar hasta que la puerta se abre en el pueblo de tu boleto…

Entonces, cuando dejes el tren recuerda tener cuidado con el hueco entre tu vida y el vacío.

Vistas: 2
Compartir en