Autor: Samira Gaid
A principios de julio, en una noche de vigilia, Maryan Abdikadir Geedi decidió que era hora de abandonar su pequeña tienda en Moqokori, en la región Hiiraan de Somalia. Si bien había oído sobre el avance en el terreno de al-Shabaab, la mujer de profesión comerciante quiso quedarse. Desde que se casó en 2013, Geedi pudo ver cómo Moqokori cambió varias veces de manos. “Así como la lluvia viene y se va, igual es el control sobre Moqokori, pero esta vez fue diferente” dijo Geedi.
Desde que lanzó su ofensiva en febrero, al-Shabaab ha arrasado una franja de Somalia, recuperando todo el territorio que perdió en 2023 frente a una coalición de fuerzas gubernamentales y milicias tribales aliadas, respaldadas por el apoyo aéreo de Estados Unidos y Turquía, y ganando aún más terreno. En julio, los combates habían llegado a menos de 40 km de Mogadiscio, la capital, y algunos observadores predijeron que la capital podría caer.
“El miedo era inmenso. Los rumores sobre estos terroristas son terribles” dijo Geedi, que se dirigió a Buloburde, a 90 km, con su esposo y nueve hijos (5 mujeres y 4 varones).
El mes pasado las líneas del frente se estabilizaron, aunque las fuerzas de seguridad del gobierno están a la defensiva. Hay un boom de la construcción en Mogadishu, y son menos los que creen que corre riesgo la capital.
Aunque Estados Unidos aumentó e intensificó sus bombardeos a los cuarteles de al-Shabaab en Somalia, Washington retiró sus tropas y Trump ya no se quiere aventurar en campañas somalíes cuando tiene el premio nobel de la paz asegurado con la creación del protectorado de Gaza y su correspondiente Riviera, además de garantizarle impunidad total al genocida Netanyahu.
En cambio, Turquía, Uganda y Emiratos Arabes Unidos sí han enviado tropas y ofrecen apoyo aéreo al ejército somalí, junto a los contingentes de Egipto y la misión de la Unión Africana. Sin este apoyo los analistas consideran que al-Shabaab se apoderaría de Somalia en pocos días, como ocurrió en Siria con la caída de Bashar-al-Assad y la asunción de un islamista extremista, ahora aliado de la inmobiliaria Trump-Netanyahu.
Hablamos con una politóloga somalí, Samira Gaid, quien opina que a al-Shabaab no le interesa tomar Mogadishu. «Tienen muchas ciudades pequeñas bajo su control y la mayoría de las áreas rurales. Se podría decir que ahora la situación está estancada gracias al apoyo de las tropas extranjeras.”
La fuerza de los golpes de al-Shabaab han rebajado la moral del presidente Hassan Sheikh Mohamud, quien prometió una “guerra total” a la militancia alshababista al asumir el poder en 2022. Gaid nos cuenta que tiene varios amigos en el ejército que fueron asesinados por al-Shabaab, o que se encuentran heridos de gravedad. De hecho, los guerrilleros recuperaron importantes sitios como Beera Yabaal, Aboorey, Yasooman, Mabaax, Ceel Qooxle, Adan Yabaal, Masjid Cali Gaduud y Daaru Nicma, y ahora Hiiraan. “Los soldados de al-Shabaab pelean con una coraje bárbaro, se inmolan a cada rato con tal de llegar al paraíso, mientras nuestros soldados cobran magros salarios y solo quieren volver a ver a sus familias” dice Gaid.
Tres semanas después de la caída de Moqokori, al-Shabaab tomó la estratégica ciudad de Maxaas, abandonada por los residentes, quienes se desplazaron a la provincia de Hirshabelle.
Concluimos el panorama del conflicto interno somalí con la visión de Geedi, la comerciante desplazada: “Estamos en familia pero no hay nada peor que sentirte un refugiado en tu propia tierra. Quiero volver pero sólo el tiempo dirá cuándo tendré la oportunidad”.
