Ultima noche en la tierra (TX)

Autor: Tyler Malone

Las astas, todavía unidas a las cabezas de ciervos embolsadas en plástico congelado, miran mientras mi esposo se sienta en una vieja silla de jardín hundida en nuestro nuevo garage. Viejos tachos de pintura para retocar los nuevos arañazos que pusimos en la pirámide de nuestro nuevo mundo a nuestro alrededor. No necesitábamos un mapa para encontrar un hogar entre nosotros, sólo una brújula. Pero las malditas cabezas cortadas deberían estar en el congelador, sin importar la temperatura de la noche, ahora más fría y lenta después del movimiento de celebración en las cervezas, se desmoronan junto a los balones deportivos de diferentes tamaños caídos de nuestro hijo en el suelo del garaje como una galaxia caída alrededor de la estrella central del calentador de propano. Él todavía estaría rodando y rebotando su universo si su padre no lo hubiese corrido.

“Mañana herviremos los cráneos de esos ciervos hasta despellejarlos. Mientras hierven los ojos se pegotean”.

“Se pegotean” repitió nuestro hijo mientras su padre recogía dos pelotas de softbol e hizo un repulsivo sonido de aplastamiento. Añadido al universo del piso de nuestro garage, las pelotas siguieron dos caminos separados mientras mi esposo lanzó una orden de ir a la cama.

El sonido, sin derretir ojos, todavía me enferma. Yo limpié el ciervo de la cabeza a la cola, colgado de un joven mezquite en nuestro nuevo patio. Los órganos cayeron y se juntaron en débiles raíces.

“Recuerdo cuando aquí no había nada” digo mientras imagino la última gota de sangre desde la cola de ciervo divaricada.  

Mi esposo, un ojo en el sombrío hielo al radio de cerveza, un ojo en mí, dice “Depende del día, supongo. Estamos aquí ahora, eso es algo”.

“No había nada aquí. Entonces un gran ruido movió la tierra y la gente construyó casas, así podemos crear un gran silencio ahora”.

“Amo que te preocupes de cosas como esa. ¿Y sabes qué?” Me acerco a mi esposo, más cerca de las cabezas embolsadas y para ver si él derramará cerveza en su regazo. El continúa “Nuestro hijo está por tener la edad que teníamos cuando nos encontramos. Quinto grado, ¿recuerdas?”

El pasado hierve cuando nada de nosotros había aquí, mientras pensamos que algo existía. Organos envolviendo raíces débiles. No es verdad, ninguno de nosotros vivió hace tanto tiempo… otras sombras de esperanza prometidas para otros que de verdad cuelgan de árboles débiles. Pero todo lo que acecha a esta casa, lo que nos persigue, somos nosotros.

“Te amé entonces” dice él mientras sus ojos rastrean vacaciones pintadas en el techo del garage.

Contemplo la mala pintura y miro sus cascos de fútbol americano de instituto robados, llenos de cortes y con los colores resquebrajados. “Te amo ahora. ¿Y sabes qué?” Sus ojos rojos cambian y se enfocan en mí desde la llama levantada del calentador de propano lanzando un paraguas recalentado en nuestras orejas. “Apuesto a que nuestra casa está construida sobre un cementerio indio”. Apuntando a las cabezas embolsadas, digo “Esos tipos, ellos están de acuerdo conmigo. Es una buena cosa que estén bendiciendo los rincones de nuestro garage. Aún muertos, ellos saben lo que está pasando”.

El gira y mira las bolsas de shopping congeladas en contornos de naturaleza formados. “Perdona por el lío. Amo nuestra nueva casa acechada por fantasmas y no quiero pelear”.

“La única cosa que peleamos es el sueño, nunca nos peleamos”.

“Y yo siempre pierdo”.

“Pero yo siempre gano” digo mientras pierdo los ojos de mi esposo pero continúo mirándolo del modo en que una casa recién construida, recién pintada, mira a los autos pasar.

traducción: HM

Vistas: 2
Compartir en