Autor: Tyler Malone
Con una cojera inclinada, pesado con un cubo de lavado, todo el día, él lo pasaba como chicas bronceando líneas de bronceado: sin camisa al sol, trueque de estacionamiento en estacionamiento, en pantalones de chándal de cintura elástica tensa, encogida bajo su vientre audaz, ofertas de lavado de parabrisas impecable solo por pagos de lo que sea revolcado en agua, amarga escupida de mascar, pegajosos caramelos de soda en portavasos.
La oscuridad murió en rojo y tinta púrpura en el cielo y él captó cada último rayo inclinado mientras limpiaba vísceras de bichos, astillas sucias, restos de la última lluvia decente, mientras el sudor grababa su epidermis, junto al cubo, él sonreía y se paraba mientras burbujas de jabón se disolvían en agua contaminada, para que los propietarios de vehículos se cuelen en una sandwichería como mostaza exprimible, con estómagos llenos y una generosa entrega de cambio suelto.
Su esponja había lamido cada auto internacional con músculo americano, incluído el mío, él me tomó lleno de un sandwich de club, como un vampiro fresco relleno de un buffet de sangre de toda la noche.
Los dientes de mi llave masticaron, la puerta se abrió y el hombre trabajador americano se paró con una mano abierta, hambriento por el sabor del cambio, monedas de cinco y diez centavos, pero todo lo que obtuvo fueron de uno.
Más, es lo que él pedía. ¡Más! Tan corto de dinero circulante metálico pequeño, yo le di una bolsa de pan y manteca de maní, en sus manos era un festin movible, mis provisiones, él lo dejó caer en el estacionamiento, mi comida de días. El demandaba carne. ¡Carne! Una comida de criaturas que alguna vez vivieron, adelgazadas y cortadas fino.
Una familia deambulaba afuera de la sandwichería mientras sus arterias fluían. El podía oír tintinear su cambio en lo profundo de sus bolsillos, él podía oler su húmedo cambio en los descuidados portavasos de sus coches.
traducción: HM