Autor: Alvaro Correa
Macri se babea cada vez más en público, no sólo por la medicación intensa que le da Juliana, según él mismo reveló en público, que lo pone entre alegre y dormido, como si fumara un porro, sino porque Milei concretó su propuesta de ir el doble de rápido con la imbecilidad y la incultura, con la apropiación mafiosa del estado nacional para destruirlo y someterlo a intereses foráneos, y además le pasó el trapo en la elección porteña, con la inmundicia de Cagorni al frente.
A pesar de su temperamento cínico y vengador, pareciera que lo achacoso que se está poniendo favorece su veta bondadosa que tanto cautivó a las viejas de Recoleta. Milei tiene ojos celestes y es lúbrico como un preservativo recién sacado del coito. Pero su ancha sonrisa, entre mefistofélica y judaica, no atrae a las viejas paquetas de las élites argentinas, que están esperando ansiosas el encarcelamiento de Cristina, que el presidente libidinoso cumpla con su promesa de clavar el último tornillo del ataúd con la ex muerta adentro. Después, salvo que reciban unos buenos dólares de Karina, no se encamarían aunque a alguna le cause ternura su lujuriosa locura.
Esta cosa sepulturera también es un rubro en que los hermanos Milei le están haciendo feroz competencia. El aniquilamiento de la ciencia y la cultura viene bárbaro, el de la salud ya se hizo con una motosierra de oro entregada al ministro trumpista Kennedy Junior, que supera en cretinismo a cualquiera de ellos. El ministro Lugones tiene un perfil de CEO hijo de puta como el que liquidó Luigi Mangione, que parece que será ejecutado nomás bajo el gobierno trumpista. O sea, el destino le jugó al contrabandista de Sevel una mala pasada, no pudo tener su “segundo tiempo”, y aparentemente ya ha perdido esa posibilidad para siempre, y lo más probable es que vuelva al poder en Boca Juniors, ante la resistencia estúpida de la mayoría de los xeneizes al liderazgo de Juan Román Riquelme.
Las novedades de las bolsas de valores, de los mercados de capitales, de las fluctuaciones de las criptomonedas, de las reuniones del FMI, son absolutamente irreleventes porque no tendrán relación con las calamidades y crueldades diarias que ejecuta la ultraderecha global reconcentrada con su mascota máxima en Argentina. De la estafadora y ludópata timba que se ha instalado al punto de que Cositorto es un candidatazo para ministro de economía cuando se venga una devaluación monstruosa con la que concluirá el saqueo menemacrista, devenido en ordenamiento de las cuentas públicas militarista con un aparato represivo comandado por brutas bandas de trogloditas, no se puede esperar nada bueno, solo mentiras y disparates de ególatras enajenados.
¿Pero por qué macroeconomía macrista? Eso sí, el modelo libertario capitalista delincuencial de época es idéntico al de Macri, tuvo su mismo ministro de economía que perpetró los mismos delitos y la misma fuga de dólares, la misma persecución y represión de todo lo que huela a zurdo y progresista, la misma pretensión de combatir “el populismo” o “el comunismo”, o cualquier “ismo” que se les ocurra ahora que han destruido el lenguaje humano y todo se maneja por inteligencia artificial.
¿Y por qué microeconomía desolada de los argentinos? Porque paseo todos los días por centros comerciales importantes de Buenos Aires y veo el 99% de los negocios vacíos y las caras de los empleados sufridas o aburridos, porque en el barrio donde vivo proliferan las personas sin techo y sin trabajo, animales abandonados por sus dueños, que no pueden mantener siquiera a mascotas urbanas. Viejos que han muerto por falta de atención a sus achaques, siniestras recorridas de patrulleros persiguiendo vaya a saber qué conspiración marxista o gramsciana, quejas permanentes de gente que se quedó sin plata y sin trabajo, despedidos del estado y de cualquier industria nacional, muchos inquilinos volviendo a casas de sus padres/madres o familias enteras metidas dentro de tachos de basura. Por eso intuyo, conjeturo, que la microeconomía está gravemente herida, al borde de la hambruna en muchos casos, si uno ve los ejércitos de personas que se arrojan a los desperdicios del Mercado Central.