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Luna de medianoche: la única bola que no caerá, cantó Prince en MTV, el hit podría hacer que el marinero se pierda. “El mañana de mañana, ¡tan normal como mear!” alguien asume.

Yo quería encontrar, “mañana” –maleficio o solo enero y veo lo que la vía láctea tenía para decir y quizás hubiese terminado por ver muertas las luces de la ciudad el día de la condena-.  

El último invierno del último siglo fue demasiado cálido para chaquetas o medias, lanzas de hierba con manchas blancas grabadas, suelas tan cómodas en diciembres de Texas, una frialdad cálida: la piel de un viejo.

Todo lo que escuché fueron (con optimismo) mis últimas dos dobles de la A, como alguna pesadilla girando celdas cerebrales con palas: como maldiciones gitanas de expertos y detractores de la seguridad cantaron adentro, MTV no cautivaba, así que salí a contemplar la medianoche para ver satélites y caída de civilización: la anarquía está muy bien conmigo. “Estaremos bien al final del ‘99”. Tenía que ver. El tictac del reloj de la cocina me indicó los minutos para la medianoche, afuera todas las estrellas miraban al obediente 2K, inhumanamente calmas. Yo: blanco como faros delanteros, tan gordo como una guinea, cautivado, ojos amplios para el final de todo, y estará bien conmigo.

Condenadamente feliz, no necesitaría atar una corbata, acosar la honestidad, o preocuparme sobre afeitado o pasar al mañana del conductor, todos vamos a ser animales. Solo yo y las cucarachas corriendo por el mundo. Todo lo malo, loco, cómodo y fácil –en simples jeans y camiseta-. Cordones de zapatos y la servidumbre aburrida sería el último siglo. Solo afuera, perforando por soda en poliestireno, observando cómo las partículas fluyen en la oscuridad, deseando atrapar algunos aeroplanos o copos de nieve, jamás vinieron…

Esperando la medianoche para ver este cumplimiento… esperando las doce: Medianoche –y quizás esta “anarquía”… Revisé el reloj de la cocina, 12:06, la civilización parecía que iba a continuar: complacencia y todas las luces fluyen tan firmes como el ’01.

Máquinas de diesel lamían los bordes con saliva negra, como los altos académicos disparan a casillas de correo y granos dispersos en paradas con escopetas.

Todavía éramos las cúspides de humanidad, en perfecto cumplimiento: complacencia. Solo yo era anarquía, ni siquiera usaba zapatos.

traducción: HM

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