Autor: Máximo Redondo
Cualquier manual de criminología moderna contemplaría varias figuras y tipologías a la hora de abordar el tipo de criminal que es el ministro de economía argentino, pues posee rasgos escatológicos y sádicos, tan impúdicos como engañosos, aunque todo el mundo sepa que se trata de un vulgar fugador y mesadinerista. De ahí la complejidad de clasificarlo. El dato de que haya directamente robado el préstamo del FMI que pidió su amigo y compañero de estafas y desfalcos al estado nacional, a través de diversas técnicas y mecanismos timberos propios de la mafia financiera que conduce, nos allana el trabajo.
En efecto, gracias a sus desesperadas iniciativas y esfuerzos por llegar a las próximas elecciones con un dólar planchado lanzando el plan “Reparación histórica del ahorro de los argentinos”, que es un simple ardid para seguir hurgando en los colchones vaciados de las clases medias que se hundieron en el abismo de la pobreza aceleradamente desde el comienzo de la era mileísta. Y es que el ya traumático dólar planchado ha liquidado a la industria nacional de todos los sectores de la economía, favoreciendo una recesión calamitosa y una carencia de divisas absoluta, pues dilapida los préstamos políticos que recibe del gran jefe Trump derivándolos a sus propias cuentas off-shore y las de sus amigos –ahora el entorno del energúmeno que gobierna Argentina-, que en cuestiones delictivas es un bisoño a su lado.
Se trata entonces del típico delincuente colchonero, con Milei hurgando entre las sábanas de los argentinos para masturbarse y babearse con las adhesiones infantiles o adolescentes que pueda recoger a través del balbuceo de su ideología histérica y chanta. Se trata de unos crápulas desquiciados por el lucro que obtienen con su propaganda adoradora del libre mercado y el imperialismo estadounidense. Son rateros de alta monta, oportunistas del desfalco, conocedores de cubrecamas y sobrecolchones, expertos en crecimiento con o sin dinero de su fama funesta, sabedores que en Argentina hace rato que no existe un sistema judicial capaz de condenar sus crímenes de una inmoralidad repulsiva (ni siquiera de acusarlos o abrirles una causa penal).
Igual Caputo es versátil en sus hábitos delincuenciales, y también se encuentra agrandado y enceguecido por el nuevo estilo de la ultraderecha rampante, que escupe su barbarie e ilusionismo con desvergüenza y la más pura estolidez. Así por ejemplo pudo contratar a los lúmpenes de Revolución Federal para matar a Cristina Fernández y no lo logró, teniéndose que conformar ahora con una banda de trolls de ludópatas descerebrados que son la guardia pretoriana del rey León. Todo el panorama es de una ridiculez y un nivel de distopía tal que enferma y degrada la interacción cotidiana en cualquier punto de la Argentina. Es como que se están infiltrando en cada casa para exprimir el último centavo o el último dinerillo de las clases empobrecidas para hundirlos en la ignominia del desempleo y el hambre. El objetivo final parecería ser desplazar poblaciones originarias para atraer capitales de narcotraficantes e israelíes genocidas. Porque él, que tiene la plata en el exterior, y que seguramente tiene muchos millones en su colchón, ni en pedo va a confiar y depositarlos en un banco como le está implorando a todos los habitantes de la nación argentina. Cuando un periodista se lo preguntó en su última conferencia de prensa Toto, el mago de las finanzas, “el mejor ministro de economía de la historia”, le contestó de mala manera e intentó basurearlo y “domarlo” como baja la orden desde “las fuerzas del Cielo”.
(Caputo tuvo el tupé de declarar que eran una “basura humana” los que lo acusaron de mandar a matar a Cristina Fernández, pero cientos de pruebas lo incriminan, y los que se comportan como una basura humana full-time son él y “los héroes” de su gabinete monitoreado por el Jefe Karina Milei y su sobrino segundo).
Así las cosas, creemos haber dado con la resolución del enigma reviviendo la doctrina del gran criminalista Lombroso para su entera aplicación al caso del ministro de economía argentino. No es porque sea hincha del Aleti ni porque se parezca a Torrente, que sólo es un vulgar policía corrompido a su lado. El ya es de cuello blanco, codeándose con Kristalina Georgieva y sumándola a su maravilloso equipo de lavado de colchones de primera calidad, robo descarado y estafa descomunal. Delincuente comprobado que gusta de dejar las manos marcadas en todas sus acciones y declaraciones, continúa impune en el saqueo que está conduciendo a Argentina a un estado de pobreza y coloniaje irreversible…