Autor: Brownstein, Michael
“¡Y cuántos hombres he visto en mi tiempo vueltos estúpidos por la precipitada avidez por aprender! Carneades se volvió tan loco por ello que él no tenía tiempo para cuidar de su pelo y uñas”
Michel de Montaigne, De la educación de los hijos (1588)
Carneades de la sombra. Carneades del susurro. Carneades que no podría pestañear siguiendo las letras a través de una página. Carneades sostuvo libros cerrados y tercos como si su mayor necesidad fuera comprender el interior de una piedra, las obras de un diente de seis pulgadas lavado en la orilla, el corazón respirando de la foca-arpa jadeando pesadamente alejada de las otras. Carneades poseyó todos los libros, sea condenado Alejandro, sus ojos, sus orejas, su gran sentido del olfato, cabello rebelde, uñas rotas, él leyó más allá de la hora de la luna, más allá de la salida del sol, más allá del cierre de los baños, dejó importantes asuntos a sus sirvientes y sus sirvientes vivieron bien. Carneades se sienta en las suaves almohadas en el rincón de su biblioteca, su lámpara brillante, sus anteojos gruesos y abultados, su pelo andrajoso y desaliñado, sus uñas lo suficiente largas para poder dar vuelta una página. Carneades lee.
traducción: HM