Autor: William Morris
Del islandés.
El rey preguntó a su hijo tan bueno “¿Porque eres tan silencioso y pesado de carácter? Oh, es lindo viajar al extranjero. Tú no juegas, y no te ríes, todo tu buen juego es olvidado en limpio”. “Siéntate a mi lado, querido padre, y escucharás la historia de mi pena. Me enviaste a una lejana tierra extranjera, y me diste a la mano de un buen conde. Ahora, este buen conde tenía siete hijas, las más bellas de las doncellas bajo el cielo. Una traía mi carne cuando quería cenar, una cortó y cosió mi fino atuendo. Una lavaba y peinaba mi cabello rubio, y de una caí enamorado allí. En un día tan hermoso, nos propusimos hacer deporte y jugar. Até a mi caballo en un valle, até rápidamente mi silla de montar. Ella estaba roja brillante como la llama parpadeante cuando vino al arco de mi silla. Se paró al lado del arco, ‘huir contigo a mi corazón era bueno’. Amable era mi caballo y bueno para ayudar, puse a mi amor a su espalda. Nos fuimos a una buena distancia y nadie supo de nosotros aquel día. Pero mientras cabalgábamos por la arena contemplo una barcaza que yacía junto a la tierra. Entonces partimos en aquella barcaza, y remamos lejos contentos de corazón. Cuando llegamos al bosque oscuro y la sombra pidió que levantara la tienda para mi verdadero amor. Tres hijos mi verdadero amor me dio allí, y pronto murió ella que era tan querida. Yo le hice una tumba con mi espada, con mi bello escudo vertí el molde. Primero puse mi amor en el molde, luego todos mis hijos sobre su pecho, y yo sin ella debo yacer solo, así desde el lugar al que me había ido”.
Ningún hombre se parará ahora sobre sus pies para amar aquel amor, para cortejar a aquella dulce: Oh, bello es viajar al extranjero.
traducción: HM