Autor: William Morris
Muchachas: ¿De dónde vienes y adónde vas tú? ¡Quédate, quédate! La sombra se pone más larga, ¿qué esperas que te muestre la oscuridad? ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: ¿Por qué debería nombrar la tierra a través del mar donde primero me abracé a la miseria?, ¿por qué debería nombrar la tierra que huye de mí? Déjenme partir, dado que ustedes son felices aquí.
Muchachas: ¿Qué harás en el lugar del desierto donde ahora vuelves tu inquieto rostro? Quédate solo un rato para contarnos de tu caso. ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: ¿Qué, cerca del final del viaje debería quedarme, cuando en el páramo mi propio amor vaga a lo ancho, cuando de todos los hombres por mí ella aún se oculta? Déjenme partir, dado que son felices aquí.
Muchachas: No, no, pero ella te ha olvidado bastante, para sentarse sobre la orilla de algún mar cálido, o en jardines verdes donde hay dulces fuentes. ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: ¿Me mantendrán entonces apartado del desierto, donde al menos, solo con mi angustia, la tierra tranquila de sueños cambiantes pueda bendecir? Déjenme partir, que ustedes son felices aquí.
Muchachas: Olvida a la falsa olvidadiza y sé sabio, y en medio de esas manos que se aferran y ojos que aman, sueña, no en vano, que conoces el paraíso. ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: ¡Ah!, con sus dulces ojos no acortan el día, ¡ni dejen que sus manos gentiles permanezcan en mi viaje! Quizás el amor no esté enteramente descartado. Déjenme partir, dado que ustedes son felices.
Muchachas: Arranca el amor como arrancarías una espina de tu carne, ¿por qué deberías nacer para soportar una vida tan desperdiciada y abandonada? ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: Sí, ¿por qué entonces nací, dado que la esperanza es dolor, y la vida una muerte persistente, y la fe solo vana, y el amor la pérdida de todo lo que parecía ganar? Déjenme partir, porque ustedes son felices aquí.
Muchachas: ¿Tú crees que esto se mantendrá por siempre, que en nuestra tierra no verás nunca un rostro, ninguna voz escucharás para que te agraden? ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: Ya no sé más del bien o el mal, he olvidado que una vez estuve contento, sólo cazo un sueño que he tenido. Déjenme partir, porque ustedes son felices aquí.
Muchachas: ¡Quédate!, toma una imagen para tu noche soñadora, ven, mírala a ella, quien a pesar del mundo llora por el amor tardío y el deleite perdido. ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: No se burlen de mí hasta mañana, Búrlense de los muertos, ellos no las escucharán, o darán vuelta la cabeza, para advertir quiénes son infieles, y quiénes están casados. Déjenme partir, porque ustedes son felices aquí.
Muchachas: No nos burlamos de ti. ¿No has escuchado de ellos a cuyo fiel amor el corazón amado se aferra tan cerca, que la muerte debe esperar hasta que suelte una palabra? ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: No las escucho: el viento suspira desde el páramo como una canción que me insta a apurar la ola de dulce olvido para saborear. Déjenme partir, porque ustedes son felices aquí.
Muchachas: ¡Regresa!, el viento es como una cantante, como a una triste tonada cantan bellas y amables palabras, ¡que él con lágrimas felices puede cegar todos los ojos! ¡Quédate, quédate!, porque somos felices aquí.
Amans: ¿No oí su dulce llanto desde lejos, que sobre el páramo solitario hay hermosos campos, bellos días que no conocen ningún cambio o inquietud? Déjenme partir, porque ustedes son felices aquí.
Muchachas: ¡Oh, no!, no la has escuchado de lejos, sino cerca, cerca, entre el borde del páramo y el cielo oscurecido. Regresa, es demasiado pronto para morir. ¡Quédate!, sé feliz sólo un pequeño rato.
Amans: ¿Cómo puedo luchar con el lapso de años solitarios, y podría morir ahora que ustedes me ordenan vivir? Qué alegría puede dar este espacio entre el nacimiento y la muerte. ¿Podemos partir, quienes somos tan felices aquí?
traducción: HM