Autor: William Morris
Tres caballeros se encontraron en el camino del bosque, y el primero estaba vestido con atuendos de seda, el segundo era de hierro y acero, pero el tercero estaba de harapos de la cabeza al talón. “Sí, ahora es el año y el día viene cuando debamos encontrar lo que hemos hallado”. El primero dijo: “He encontrado un rey que no agradece regalo alguno”. El segundo dijo: “He encontrado un caballero que nunca se puso de espaldas a la pelea”. Pero el tercero dijo: “He encontrado un amor que el tiempo y el mundo jamás moverán”. ¿A dónde irán para ganar buen ánimo? El primero dijo: “Conmigo, porque mi rey está cerca”. Entonces al rey fueron por sus caminos, pero hubo un cambio de tiempos y días. El gran rey dijo “¿Qué hombres son ustedes, que podrían comerse el pan de mis hijos? Mis desperdicios han alimentado por completo a varios almacenes, y burlas y rencor he gando por tanto. Aunque se marchiten al envejecer dignos de ganarse son los bienes y el oro”. ¿A dónde ir para ganar buen ánimo? El segundo dijo “Conmigo, mi caballero está cerca”. Entonces fueron al caballero por sus caminos, pero hubo un cambio de tiempos y días. El vive en un castillo seguro y fuerte, por miedo a que algo pudiera hacerle mal. Había guardias en la puerta y el salón, y la gente entraba y salía atemorizada. Cuando él escuché el ratón correr en la pared “¡Ey!” dijo él, “¿qué ocurrirá a continuación? No te acerques, habla bajo tu aliento, porque todos los rincones nuevos cuentan sobre la muerte. No me traigas canción ni juglaría, de la muerte balbucea todavía” dijo él. “¿Y qué es la fama y la alabanza de hombres, cuando la vida perdida no ha de volver?”
¿A dónde ir en busca de buen ánimo? El tercero dijo “¡Ah, yo, que mi amor estaba cerca! Era el mundo tan pequeño como es ancho, en una casa feliz ustedes permanecen. Era el mundo tan amable como es duro, deberían contemplar una justa recompensa”.
Ellos fueron tan lejos por lo alto y bajo, llegaron a un páramo que era roca y piedra. Pero he aquí, desde el páramo, pasó cabalgando un toro bien encamado de la compañía, y en el medio, una reina, tan bella, que Dios bien la forjó en hacerla. El primer y segundo caballeros se quedaron para contemplarla mientras ella cabalgaba, pasó adelante el tercero con la cabeza inclinada hacia abajo, y siempre tambaleándose mientras iba. Su hombro rozó el arco de su silla, él tembló con su cabeza colgada abajo. Su mano rozó su túnica dorada, cuando él se cayó sobre el páramo. Entonces ella puso rápido sus pies en la tierra, pareció que allí él encontró sus brazos. Sus labios que miraban la piedra para encontrarse estaban sobre los labios temblorosos y dulces de ella. Suavemente ella besó su mejilla y barbilla, su boca bebió muchas de sus lágrimas. “Dónde estabas, amor” dijo ella, “¿Ahora te he traído de los muertos?” “Voy por mis caminos” dijo él, “y el tuyo no tiene nada que ver con el dolor y la languidez”. “Todos los caminos son un camino ahora” dijo ella, “desde que te he traído de los muertos”. El dijo “Pero debo buscar nuevamente donde primero te encontré en tu dolor: no estoy bien vestido” dijo él. “Pero aún las viejas heridas debes ver. Y tú, salvo por tu túnica dorada, una penosa historia de tí fue contada”. “No hay dolor sobre la tierra” dijo ella, “desde que te he traído desde los muertos”. “Y la despedida nos espera allí”, dijo él, “como fue el año de ayer”. “Aún primero un espacio de amor” dijo ella, “desde que te he traído de los muertos”. El rió, él dijo “¿Tienes una casa donde vamos mis amigos y yo?” Riendo, “El mundo es mi casa” dijo ella, “ahora te he traído desde los muertos. Todavía en algún lugar hay un espacio donde pueda vivir junto a mi amor. Allí el río crece claro para él hasta que sobre sus piedras su quilla nadará. Allí se desmayan los zorzales en su canto, y estiman que se demora demasiado. Allí la ola de verano está esperando ahora hasta que él pida que las rosas soplen. Ven, cuaenta mis campos floridos” dijo ella, “cómo te he traído desde los muertos”.
¿A dónde ir en busca de buen ánimo? “Conmigo” dijo él, “porque mi amor está aquí. La riqueza de mi hogar no se desvanece, ningún regalo que da es olvidado. Mi hogar no entra a ningún temor, porque no hay nada allí que la muerte pueda vencer. Ahora la vida es pequeña y la muerte es nada, ya que se encuentra todo lo que antes buscaba”.
traducción: HM