Autor: Máximo Redondo
El papa Francisco y el vice yanqui JD Vance, quienes han discrepado públicamente sobre las deportaciones masivas de la administración Trump, se reunieron en Roma en el domingo de Resurrección. El encuentro ocurrió un día después que Vance, convertido al catolicismo en 2019, se sentó con arzobispos vaticanos con quienes mantuvo un fuerte intercambio de ideas sobre el rumbo asumido por su jefe en su nuevo rol de presidente del mundo.
Francisco, que se está recuperando de una neumonía que casi se lo lleva a la inmortalidad, recibió a Vance en una sala del hotel donde vive. El pontífice de 88 años le regaló al vice tres huevos grandes de chocolate para sus hijos, y una corbata y rosarios del Vaticano. “Sé que no has estado bien pero es bueno verte con mejor salud. Gracias por recibirme” le espetó Vance.
El despacho de Francisco informó que charlaron unos minutos e intercambiaron saludos pascuales, mientras que el círculo de Vance no dio detalles del intercambio verbal. Lo que sí se cronometró fueron los 17 minutos que permaneció el ostentoso vehículo de Vance en territorio vaticano. A la salida se juntó con su familia en la catedral de san Pablo, una de las cuatro basílicas de Roma. Los Vances visitaron la tumba del apóstol y oraron por hacer grande a América de nuevo.
En febrero Francisco declaró que las políticas migratorias de Trump van a llevar a una crisis gigantesca que daña la dignidad de hombres y mujeres. En el tono más diplomático posible, consideró que las iniciativas trumpistas eran espantosas y anticatólicas. En una carta a obispos estadounidenses, Francisco le respondió directamente a Vance argumentando que la doctrina católica repudia sus políticas y el trato que le deparan a los migrantes.
Vance se mantiene en su postura, defiende sus puntos de vista caprichosos y estúpidos hasta la muerte, como lo hacen sus colegas de la Asociación Nacional del Rifle, que quieren ir a una guerra civil, y luego mundial, a todos los que pretendan oponerse a su hegemonía. En esta oportunidad, el vice le confesó a Francisco que se veía como “un católico bebé” y que “seguramente tengo muchas cosas que aprender”.
Francisco mantuvo su rostro adusto y no sonrió, no estaba para bobadas o con ganas de escuchar chicanas de estadounidenses con el cerebro limado. Vance se había reunido ya con el cardenal Pietro Parolin y el canciller, el arzobispo Paul Gallagher, quienes le contaron un montón de sandeces que profirió el vice trumpista. Según Vance, conversaron sobre el catolicismo en Estados Unidos, la persecución a comunidades cristianas en todo el mundo, y les reveló el compromiso y anhelo de su jefe por alcanzar una paz justa en todo el planeta.
Por su parte, el Vaticano informó que se espera una serena colaboración entre Estados Unidos y la Iglesia Católica, cuyo valioso servicio a los más vulnerables es una de las improntas que Francisco procura implantar en su papado.
A pesar de ello, Vance achacó a los obispos que sabía que muchos curas e iglesias están ayudando y escondiendo a inmigrantes ilegales, y que eso lo pueden llegar a pagar caro.
Entretanto, en su tradicional mensaje de Urbi et Orbi, leído por un lacayo, Francisco pidió a los líderes del mundo a ayudar a los necesitados y a trabajar por la paz, pues ve –y no es tonto-, que el gobierno de Trump en una seguidilla de provocaciones y actos criminales que parecen conducir a una hecatombe nuclear.
“Apelo a todos quienes ocupan posiciones de responsabilidad política en nuestro mundo a no rendirse a la lógica del miedo, que sólo conduce al aislamiento, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los pobres, a quienes padecen hambre, y a emprender iniciativas que promuevan el desarrollo. Esas son las ‘armas’ de la paz: armas que construyen el futuro, ¡en vez de sembrar semillas de muerte!”.
Vance ya volvió a Estados Unidos y parece que ni lo escuchó, ya que se fue al aeropuerto mascando chicle y bronca por la cara de ojete que sostuvo Francisco durante todo su encuentro.