Autor: Leila Soto
Tal como se había pronosticado, el FMI acaba de brindar un salvavidas electoral al gobierno de Milei. Apelando a las metáforas que tanto gustan a los economistas de pacotilla, “han conseguido llegar a un tiempo suplementario”. Lo que en criollo significa que aún van a seguir jugando financieramente con plata que se deberá pagar con privatizaciones en todos los sectores que son esenciales como el energético (incluso el nuclear), así como con sendas reformas jubilatorias y laborales que van a terminar cualquier sueño de soberanía económica del país por las próximas décadas.
Digamos también que esto no se podría llevar a cabo si la narrativa hegemónica de la situación no estuviera impregnada de mentiras, distracciones y omisiones que tan bien saben llevar los “formadores de opinión”. Incluso cuando a nivel global, la escalada neoliberal-derechosa ostenta la obscena necesidad de llevarse puesta a la humanidad, el medioambiente y cualquier condición justa y digna de vivirse. De hecho, en la cuarta guerra mundial (por los mercados), Argentina podría ser el nombre de una de sus primeras batallas. Sus pocas reservas están condicionadas por el swap con China generado en el anterior gobierno cuando no quiso aceptar la eterna extorsión del FMI por devaluación y ajuste. Se sabe que uno de los condicionamientos de Estados Unidos para facilitar dólares a Milei es darle la espalda a la relación comercial con China, pero una cosa es vender centrales eléctricas, jubilados y la Patagonia; y otra cosa muy distinta es dejar al país sin alternativas comerciales en lo que se vislumbra una fuerte crisis de consumo que el propio hombre naranja generó en su país. La estúpida premisa de creer que es posible “castigar” a China como si las necesidades fueran igual de recíprocas. Como si China necesitara de países gobernados por ególatras al servicio de superricos y no fuera exactamente lo contrario. Pero si en algo se destacan los gobiernos liberales de la Argentina es por su escasa lectura de la geopolítica, se ve que es currículo oculto en la formación de neocolonias. Pasaron 25 años desde la primera concepción de los BRICS, y si bien pudieron dilatar y marginar su importancia, el sistema capitalista global no puede darse el lujo de la restauración antiglobalista ahora que no les cierra el poder económico. Aun siendo dueños del enorme poder financiero, militar y cultural, Estados Unidos y sus aliados tienen pies de barro. Porque se trata de un poder que en más de una ocasión se ha demostrado torpe, parecería que no son capaces de entender que en este juego, el tamaño no lo es todo. Mientras Oriente despliega y exuda sabiduría en su abrazo al sistema capitalista, los “hegemónicos” destrozan el único valor de la marca: sus democracias.
Si la Argentina siguiera siendo un país democrático, tendríamos varios instrumentos para detener su entrega, porque no puede ser legal que se estafe con semejante impunidad. Se supone que hay un poder legislativo y (no se rían) un poder judicial que deberían de controlar. Incluso hay un poder popular que se manifiesta en las calles, en las luchas, en los sindicatos. Ese poder que en algún momento del 2001 dijo basta. Pero por esas cosas del destino, hoy todo eso se encuentra extremadamente condicionado. Sólo queda esperar que desde aquellos sujetos políticos que se consideran patriotas, justos y soberanos, interpelen a la comunidad, se organicen y sobre todo: dejen de fragmentarse. Hoy si aún alguien no se autopercibía pobre o le parecía una categoría social para otro tipo de persona, va a ser buen momento de asumirla y llenarla de todos los atributos de insumisión y rebeldía que se necesita. De no ser así, entonces se tienen que ir acostumbrando a autopercibirse excluidos, porque las medidas económicas impuestas en este momento suponen mayor pobreza generalizada, exclusión de trabajo, consumo, salud, hábitat e incluso cultura, porque cada ciudadano va a tener que pagar con sangre, sudor y lágrimas cada intento de alienación distractiva. Más que dólares se va a necesitar un baño de humildad para el individualista que todos llevamos dentro. Hay que construir alternativas de trabajo y consumo, quizás es el momento de ser creativos o morir en el intento.