Autor: William Morris
Sir Ozana
Todo el día y cada día, desde la víspera de navidad a domingo de Pentecostés, en el pasillo de esa capilla yací, y ningún hombre se acercó.
Estaba desnudo hasta la cintura, y profundo en mi pecho yacía, aunque ningún hombre de sangre podría espiar la porra de una lanza.
Ninguna carne pasó mis labios aquellos días. ¡Ay!, la luz del sol se desliza desde el dorado altar, se sumerge y la noche avanza a todo paso.
Mis brazos se apoyan detrás de mi cabeza, sobre mis rodillas levantadas se esparció un paño de samita blanco y rojo, una rosa se apoya en mi rostro.
Muchas veces intenté gritar, pero como en sueño de batalla, mi habla congelada no saldría, ni siquiera podría llorar.
Con suspiro interior veo el sol desvanecer las columnas una por una, mi corazón desfallece cuando se termina el día, porque no puedo dormir.
A veces pasan extraños pensamientos por mi cabeza; ésta, mi cama, no es como una tumba, aún a menudo pienso que estoy muerto, que alrededor de mi tumba está escrito “Ozana, de corazón duro, caballero de la tabla redonda, recen por su alma, caballeros, de su parte, él fue encontrado un auténtico caballero».
¡Ah!, yo no puedo comprenderlo.
[El duerme.]
Sir Galahad
Todo el día y cada día, hasta que pasó su locura, observé a Ozana mientras yacía dentro de la pantalla dorada.
Todo mi canto no lo conmovió, mientras cantaba mi corazón se calentó, con el pensamiento de Lancelote lejano, creo que sí.
Entonces salí un poco de la capilla, bañé mi rostro en la corriente que corre rápido junto al muro del patio. Allí arranqué una débil rosa salvaje, cerca de donde crece el tilo, suspirando sobre las filas plateadas de los lirios altos.
Yo puse la flor a través de su boca, las chispeantes gotas parecían buena para la sed, él sonrió, se dio vuelta hacia el sur, levantó un mechón dorado.
La luz le daba desde el oeste, él sacó la manta de su pecho, presionó contra su corazón aquel cabello, la muerte pronto lo bendecirá.
Sir Bors
Yo ingresé por la puerta occidental, vi el yelmo de un caballero yaciendo allí: levanté mis ojos del piso, y vi el resplandor de su cabello.
Caminé suavemente hasta él, puse mi barbilla sobre su cabeza, lo sentí sonreír, mis ojos nadaron, estaba tan contento de que no estuviera muerto.
Escuché a Ozana murmurar bajo “No viene ningún sueño ni ningún amor”. Pero Galahad se agachó y besó su frente: él se estremeció, ví sus labios pálidos moverse.
Sir Ozana
No viene ningún sueño ni ningún amor, ¡ay de mí!, temblé con deleite. Soy tan débil que ni me puedo mover, ¡Dios me mueve hacia ti, querido, esta noche! ¡Con la ayuda de Cristo! Solo tengo poco ingenio: mi vida fue mala, lo veo escrito “Ozana de corazón duro, caballero de la tabla redonda, recen por su alma, caballeros, de su parte, él fue encontrado un buen caballero”.
Ahora empiezo a entenderlo.
[El muere.]
Sir Bors
Galahad se sienta soñadoramente, ¿qué cosas extrañas pueden ver sus ojos, grandes ojos azules fijados de lleno en mí? En su alma, Caballero, ten misericordia.
Sir Galahad
Ozana, ¿debería rezar por ti? Su mejilla está apoyada a la tuya, ya no más desde ahora, también veo juntos tus dedos malgastados dentro de las trenzas de su cabello que brillaron gloriosamente, delgadamente extendidas en el aire claro contra el mar de jaspe.
traducción: HM