Autor: William Morris
Tú que has venido sobre el mar para contemplar este ministerio de tierras, cuyo suelo es la tumba del tiempo pasado, y cuyas paredes junto al trabajo de manos muertas muestran imágenes en medio de la ruina de hazañas que sobrepasaron la muerte, quédate junto a esta tumba en una tumba para preguntar quién yace abajo. ¡Ah!, el mundo cambia demasiado pronto, que ustedes se paran allí con respiración entrecortada, mientras lo nombro a él, al Gunnar de antaño, quien primero sintió en la marea de heno toda la tierra fragante y fresca, como en medio de los extremos él murió. La fama se desvaneció demasiado velozmente, si tiemblas no menos que una vez de nuevo el montículo gris debería abrirse y mostrarlo, ojos contentos sin malhumor o dolor. La pequeña labor me hace pensar en contemplarlo pero el narrador trabajó en vano. Pequeña labor para oídos que pueden oír para escuchar su canción de conquista de la muerte, hasta que el corazón se hincha para pensar en el contento inmortal que sobreviene al mal. Oh, joven es el mundo que todavía veo, y la esperanza de él floreciendo verde, cuando las palabras de un hombre no recordado así unen todos los días que han sido, mientras miramos alrededor sobre la tierra que esos novecientos años él los ha visto.
Oscuro está afuera sobre la hierba de este valle en medio de la colina: oscuro que jamás será oscuridad hasta que el duro amanecer llene en la medianoche la trinchera bajo la nieve del Eyiafell, y la gris llanura encuentra al mar gris. Blanca, elevada en lo alto cuelga la luna, que ninguna noche oscura iluminará antes del día, porque aquí el día y la noche trabajan el verano, no sea que su tiempo pase sin hazañas.
traducción: HM