Autor: Frederik Nielsen
No es la primera vez que el vicepresidente yanqui J.D. Vance queda como un imbécil completo en sus apariciones públicas. Insistió en visitar Groenlandia a pesar de que los líderes del territorio y el gobierno danés le advirtieron que no estaba invitado ni era bienvenido.El viaje de Vance se confinó a la remota base del Artico, donde habló brevemente a unos escasos compatriotas. Sus planes de una gira más amplia y hablarle a los groenlandeses fueron cancelados simplemente porque a nadie le interesó asistir.
Tal hostilidad es enteramente comprensible, dadas las reiteradas, provocadoras e irrespetuosas declaraciones de su jefe, Donald Trump, sobre que Estados Unidos planea anexarse Groenlandia, y que lo hará ilegalmente y a la fuerza. Groenlandia es un territorio semi-autónomo dentro del reino de Dinamarca. En las recientes elecciones la vasta mayoría votó a favor de independizarse, aclarando que no para caer en manos estadounidenses.
En su alocución Vance reclamó que “Dinamarca falló en proteger a Groenlandia de las amenazas china y rusa”, en una frase digna del aberrante cualquiercosismo trumpista. No dio evidencia o prueba alguna de sus dichos. En verdad, es Estados Unidos quien incumplió su obligación de “desarrollar capacidad para resistir un ataque armado” tal se estipula en el tratado de “Defensa de Groenlandia”, firmado con Dinamarca en 1951.
Trump también se pronunció sobre la importancia de Groenlandia para la “paz mundial”, sin ocultar su avidez y codicia por obtener sus minerales raros, tal como le batió al monigote judío Zelensky. Como en Gaza y Panamá, su principal interés no es la seguridad y la justicia sino obtener ventajas geopolíticas, financieras y comerciales, haciéndolo en su primitivo estilo de arrogante bravucón. Insultar a Canadá considerándola un próximo estado de Estados Unidos refleja esta preocupación de Trump en su plan MAGA, el retorno a un agresivo expansionismo territorial.
Vance en Groenlandia lució un gorro de lana y sus inconfundibles intenciones imperialistas. Pero a pesar de la gélida recepción, tal vez estaba contento de escapar de Washington, donde él y su compañero de viaje, el asesor de seguridad nacional Mike Waltz, están sintiendo el escozor de otra escandalosa pieza de estupidez: la filtración en la plataforma Signal de los detalles de sus bombardeos a los hutíes de Yemen en tiempo real (Cabe añadir que a la comitiva se sumó su esposa,Usha Bala Chilukuri, simplemente para exhibir su exotismo hindú en tierras inhóspitas.).
Esta filtración puso en riesgo a los pilotos estadounidenses y arruinó la operación. Se sospecha que los rusos y otros extranjeros pudieron acceder a ella. Pero si uno va a sus contenidos de los audios que salieron a la luz, sólo hay rudos y burlones comentarios de Vance y Pete Hegseth, el secretario de defensa, sobre sus aliados europeos. Sus vergonzantes e ignorantes intercambios reflejan el rápido deterioro en las relaciones entre Estados Unidos y Europa desde que volvió el hombre naranja a la Casa Blanca.
Tanto su incursión en Groenlandia como los audios de Signal revelan la verdadera naturaleza de la administración trumpista. El mezquino instinto de Trump fue negar toda responsabilidad, minimizar su importancia, denigrar al periodista que difundió los audios y descartar todo el asunto como un engaño. Hegseth dijo que ninguna información clasificada fue liberada, y que todo se trata de una estúpida mentira. Hay una gran hipocresía en negar lo obvio por parte de Waltz, Vance y Hegseth, que ni piensan en renunciar sino continuar con la obscena confesión de su brutal mirada del mundo y de los conflictos humanos.