Autor: Máximo Redondo
Estamos contentos como todo el mundo cristiano occidental, como todo argentino bien parido, de que Francisco se haya recuperado a sus 88 años de una neumonía que lo tuvo a maltraer dos meses. Ahora, según su neurólogo, deberá aprender a hablar nuevamente, pero esto, en el trecho que le queda de vida, no es importante. Su legado ya está vigente, y en Argentina insta a rebelarse contra el gobierno hambreador y saqueador de Milei.
Fuimos a un barrio de la villa Zabaleta en CABA, donde solía acudir el entonces Jorge Mario Bergoglio durante su arzobispado. Un albañil de 68 años recuerda que Francisco venía en el colectivo 70 y compartía el pan con los vecinos. Cuenta que una vez se tomó una cerveza con el papa: “Teníamos botellas oscuras con agua fría y cerveza. Yo le serví y le dije “aquí tiene, padre”. El dijo “Oh, qué rica” –dice el villero con sonrisa nostálgica.
En Argentina se oró y rezó mucho por la salud de Francisco, y parece que el fervor de los creyentes ayudó a su recuperación. El papa se mostró en público revelando su fragilidad y edad, pero manteniendo una entereza y una lucidez dignas de un filántropo estoico. El albañil completa su admiración: “Me identifico con el papa como argentino, y por lo que hace en el mundo”.
Francisco es reconocido por su estilo informal, su rechazo a la pompa, y su esfuerzo para que la Iglesia Católica Romana se más liberal e inclusiva. A él mismo, cuando lo nombraron papa, algunos católicos conservadores o de la derecha recalcitrante lo bautizaron como “el papa villero”.
Yendo a visitar a gente mayor en la Zabaleta todos lo recuerdan como un hombre sencillo, que llegaba en colectivo con una valija y zapatos impecables. El caminaba por las calles, compartía charlas y comidas. “El caminaba por todas las calles, sudando con nosotros. Una vez entró a casa a compartir unos mates” dijo la esposa del albañil, de profesión peluquera. “El nos ayudó enviándonos alimentos, él ama a la gente humilde” acotó la señora enfrente de su casa destartalada de chapa corrugada y plástico reciclado.
Nos encontramos con el padre Lorenzo «Toto» de Vedia, cura de la parroquia de la Virgen de los Milagros de Caacupé, quien nos confesó su satisfacción por la mejoría en la salud de Francisco. “Hace años que es el papa pero lo sentimos como un hermano, como uno más de la familia, de la comunidad aquí” –dijo el clérigo.
Sus intentos de modernizar la Iglesia y abordar cuestiones delicadas como el trato a los inmigrantes y los conflictos mundiales han provocado a veces enfrentamientos de Francisco con los líderes autoritarios. Milei decía que era la «encarnación del diablo en la Tierra». El ha renunciado a muchas de las comodidades de su cargo, no se ha mudado a los apartamentos palaciegos de sus predecesores y se desplaza por Roma en un Ford Focus.
Mientras hablábamos con el albañil se sumó su prima, quien también conoció a Francisco y asegura que era un hombre “con los pies en la tierra”. El decía que se sentía mejor en nuestras casas que en la catedral. “Es una lástima que no haya vuelto para vernos, seguro que no quiere venir con todo lo que está pasando con el gobierno de mierda que tenemos” –conjetura el albañil.