Autor: Robinson Jeffers
Observo a los indios danzando para ayudar al joven maíz en el pueblo de Taos. Los viejos se acuclillan en un anillo y hacen la canción, las jóvenes con gruesos brazos desnudos, y unos pocos jóvenes de rostro avergonzado zarandean la danza.
Los jóvenes de músculos delgados están desnudos hasta los estrechos lomos, sus pechos y espaldas embadurnados con arcilla blanca, dos plumas de águila sobre las cabezas negras. Ellos danzan con desgano, se están civilizando, los viejos los persuaden.
Sólo el tambor confía, piensa que el mundo no ha cambiado, el corazón latiendo, el más simple de los ritmos, piensa que el mundo no ha cambiado en absoluto, es solo un soñador, un corazón sin cerebro, el tambor no tiene ojos.
Esos turistas tienen ojos, los cien observando la danza, americanos blancos, también hambrientos, con reverencia, no risa, peregrinos desde la civilización, buscando ansiosamente belleza, religión, poesía, peregrinos desde el vacío.
Gente de ciudades, ansiosos de ser humanos nuevamente. ¡Los pobres muestran cómo los chupan hasta vaciarlos! Los indios están vaciados, y ciertamente nunca hubo suficiente religión, ni belleza ni poesía aquí… para llenar a americanos. Sólo el tambor confía, piensa que el mundo no ha cambiado. Aparentemente sólo yo y el fuerte tambor tribal, y la cabeza de roca de la montaña de Taos, recuerdan que esa civilización es una enfermedad pasajera.
traducción: HM