Autor: Robinson Jeffers

Tambaleándome a casa entre el arroyo y los árboles, los balbuceos de infelices borrachos una penosa canción y balbucea el fin del mundo, la luna es como una Troya despedida en una nube volando, la tormenta se levanta nuevamente, el arroyo en crecida. La luna es como el saqueo de Cartago, la Bastilla rota, buhoneros e imperios aún comercian artículos de lujo, hombres duermen en prisión. El viejo Saturno piensa que era mejor en el tiempo de su abuelo pero eo es desde las frágiles arterias, no mejora ni empeora. (Nadie conoce mi amor por el halcón.) Siempre se ha erizado con fantasmas, siempre fáctico, suavemente absurdo, el organismo, con ninguna degeneración precipitada, casi imperceptibles descuentos de sentido y facultad, se adapta al medio cultural. (Nadie se arrastra al borde del tubo de prueba, nadie conoce mi amor, el halcón.) La estrella está en la montaña, el arroyo roncando en crecida, el borracho con el cerebro iluminado cruza la medianoche y se va tartamudeando a la cama. La inhumana nobleza de las cosas, la belleza extática, la inveterada firmeza sostiene las cuatro patas de la cama. (Nadie conoce mi amor, el halcón.)

traducción: HM

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