La tregua y la paz

Autor: Robinson Jeffers

(Noviembre, 1918)
I

Paz ahora para cada furia que ha tenido su día, su hechura natural está moribunda, ellos cesan, ellos cargan las semillas interiores de decadencia veloz, construyen diques para la tormenta pero construyen en paz. La paz de las montañas responde a la paz de las estrellas, nuestras petulancias son partidas contra su término. Dios construye nuestra paz y la enyesa con guerras, aquellos frescos se desvanecen, se descascaran, la paz permanece firme. En el comienzo antes de que se hiciera la luz yacíamos y revoloteábamos ciegos en vientres cargados, y como ese principio así es lo último del hombre, cuando bajo la muerte para la esposa las amorosas tumbas son concebidas y cubiertas, nueve meses se van, ninguna esposa intermedia llamó, nueve años ningún llanto de bebé.

II
Paz ahora, aunque los fuegos del purgatorio eran calientes ellos siempre tuvieron un corazón de hielo que fríamente observaba y se preguntaba, sin sufrimiento ni placer en algún parque, ni el paraíso de pechos ligeramente hinchados y brazos hermosos y garganta llena de sangre muy carnal. Fríamente observaba y se preguntaba ‘Dios fuerte, tus encantos son gloriosos, recuerdo soledad. Antes de la elevada juventud conocimos un tiempo de verdad para tener ojos, fue casi un rapto’. Paz ahora, por la guerra encontraremos la cueva que la infancia y la juventud encontraron. Diez millones de vidas fueron robadas y ni una estrella aturdida, las guerras mueren, la vida morirá, la muerte cesa, la belleza vive siempre y la belleza de paz.


III
Paz al mundo a tiempo o en un año, en el mundo interior he tocado la paz instantánea. El alma del hombre es un cristal límpido fríamente claro, una fría mansión blanca que él alquila a sueños inquilinos y tiranos desde el cerebro y revoltosos ardores de la carne más adorable. Vertimos extraños vinos y púrpuras todo en vano. El cristal permanece puro, la mansión fresca. Todas las bacanales asiáticas y aquellas de Tracia vivieron allí y no dejaron marcas de vino en las paredes. ¿Qué estuvieron haciendo en aquel lugar, el más sagrado de todas las bacanales de Asia y tracias? Paz al mundo mañana, o en un año, paz en aquella mansión blanca, aquel cristal claro.

IV
Paz ahora, pobre tierra. Ellos lucharon por el bien de la libertad, ella se moría de hambre en un rincón mientras ellos combatían. Ellos no sabían a quién apuñalaron junto al lago Onega, a quien laceraron desde Arcángel, a quién amaron, a quién persiguieron. Cómo puede morir ella, ella es la sangre no nacida, la energía de las arterias de la tierra latiendo roja, el mundo arderá con ella en alguna grandiosa mañana, toda la gran llama del mundo con ella, y nosotros estaremos muertos. Aquí en el oestre crece a grados opacos, en el este destella y arderán el terror y la luz. Paz ahora, pobre tierra, paz a aquella paz más sagrada, profunda en el alma, sostenida secreta de toda visión. Aquel cristal, el puro hogar, la paz más sagrada, fuegos sin mácula, cicatrices que ni la más cruda puede arrugar.

V
Al sur del Gran Río Sur, arriba en la colina tres tumbas están marcadas con espesas malezas y un montón de hierbas, bajo el bosque allí me paré quieto por horas, pensando en el más dulce lugar para dormir… Rebuscando la muerte con cumplidos sinceros y no solicitados, codiciando la paz… Tablas en la cabeza, no piedras, las rudas pinturas del texto con musgo, rasgadas por la lluvia… esperando horas de escaso alquiler para admirar su paz hecha perfecta. Desde aquella altura aunque para los árboles podía contemplarse el valle completo, pero para el pesado barro, ninguna luz entra a los pozos de ojo, el pesado barro, el césped creciendo verde sobre el barro,  el secretismo molar, el inmenso abandono, el barro, la quietud, la paz.


VI
Las mujeres lloraron esa mañana, las campanas golpearon la alegría, todos estuvimos agradecidos un largo rato después, pero todavía en lugares espantosos de la tierra cien apenas alimentados trabajarán duro para vestir un vientre y atiborrarlo de carne blanda, la sangre pagada por la paz pero hasta esos pobres la comprarán, este dulce de esclavos no es un buen vino pero a veces todavía se trepa al cerebro. Sean felices y tranquilos, sean felices y vivan, sean tranquilos o Dios podría despertarse. El duerme en la montaña que es el corazón del corazón del hombre, él tambien en puntos de promontorio, y hecho de miembros obstinadamente musculosos, él no comenzará por una pequeña cosa… sus grandes manos tantean, se despliegan, buscan sentir los principales pilares… tiran abajo la casa…

VII
Después de todo, luego de todo lo que soportamos, ¿quién se ha vuelto sabio? Tomamos nuestra momentánea hora mortal con demasiado gesto, los cielos burlones centellean contra nuestros males, nuestros bienes, nuestro poder. Miro arriba hacia la noche, la luz de estrellas una corriente de aire tranquila para los nervios en colérica tensión. Todos han tenido buenas intenciones, nuestros enemigos y los bribones ante quienes nos reímos, los mentirosos, los payasos en oficio, los reyes en el infierno, todos han tenido buenas intenciones en lo principal… algunos de ellos intentaron el camino de tolerancia de la montaña… Ellos han hecho la guerra, conspirado, oprimido, robado, asesinado, mentido y mentido, bien intencionados, jugaron al loco fuerte… y estrella por estrella Orión de invierno persigue las Pléyades en enorme y pálido desfile, silencio y paz.

VIII
Ese hielo dentro del alma, el admonitor de locura cuando éramos los más salvajes, el ojo sin pestañear que mide todas las cosas con mirada indiferente, eligiendo estrellas lejanas para revisar cerca de objetos, ese lago tranquilo adentro y debajo, fuerte, imperturbado por cualquier ángel de esfuerzo, estando tan tranquilo parece la presencia de la muerte, siendo tan central parece la esencia de la vida. ¿Es quizás la muerte y la vida que hacen tregua en una zona neutral mientras su viejo feudo más allá dispara a las ciudades elevadas? Seguramente por un extraño uso él esparció ese ojo de diamante inmaculado. No le sirvió pero con sedal y caña lo mide, ¿cómo incluso Dios debería servir a Dios?

IX
No lo adora, no le servirá. Y la muerte y vida adentro combinan aquel Ojo, dentro de aquel sólo intorturable nervio de esos que hacen un hombre, dentro de ese sepulcro en el cual no hay nada que alguien pueda profanar, donde la vida y la muerte son hermana y hermano y amantes, la voz dorada de Cristo fue escuchada en vano, el santo espíritu de Dios se cierne visiblemente. Chicas de senos pequeños, esbeltas mujeres de cabello pesado, amores que una vez crecieron en nuestros nervios y venas, su libertad fue deseo que más profundo se atrevieron a la ciudadela donde permanece el señorío, la de ustedes al espíritu…. descontado el centavo que no se puede dar, este Ojo, este Dios, esta Paz. Yo me esforcé en toda una simple inocencia por entregarme a cualquier poder, desperdiciando en cuerpos de mujeres riqueza de amor, adorando cada sonrisa, montaña, torre, algún defecto se burló de mí aún negando perfección, partes de mí podrían ser gastadas, no todo, yo busqué la rendición al vino y la autocorrección, fracasé, no podría entregar mi alma. Nuevamente buscando darme busqué afuera en vano por todas las cosas, afuera o Dios, y probé todas las alturas, todos los golfos, todos los sueños, todo pensamiento. Encontré esta sabiduría en la carretera maravillosa, mi Yo esencial no puede entregarse, el Ojo simple, Dios revestido de arcilla ensangrentada.

X
Paz al mundo a tiempo o en un año, pero siempre toda nuestras vidas esta paz fue nuestra. La paz no es difícil de tener, yace más cerca que la respiración al pecho. Cuando bandidos poderes de la ira o el dolor o el sueño enfermo del pecado rompen la casa de nuestra alma afuera lloramos las ruinas. Miramos por la pared averiada, por qué allí adentro todo lo rojo mientras nuestra paz yacía dormida. Sonriendo en sueños mientras los amplios cuchillos bebían sangre, los ladrones triunfaron, el techo ardió sobre nuestras cabezas, el eterno y despreocupado Dios viviente yaciendo dormido sobre un lecho de lirio. Hombres gritaron, las cornetas gritaron, las paredes se rompieron en el aire, jamás lo supimos hasta que entonces El estaba allí.

traducción: HM

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