Autor: Robinson Jeffers

Uno que ve a la gigante Orión, las antorchas de la medianoche de invierno, caminando enormemente sobre el océano en el oeste del cielo, y observa el rastro de esta era de tiempo en su pico de vuelo, vacila como un cohete gastado, vacilando hacia nuevos descubrimientos, exámenes mortales de oscuridad, sonoridades de profundidad, y observa la larga costa montañosa vibrar del bronce al verde, bronce a verde, año tras año, y todos los arroyos secos e inundados, secos e inundados, en la carrera de las estaciones, y sabe que exactamente éste y no otro es el mundo, lo ideal es fantasmas para sebo, el espíritu es un destello en una tumba, puede servir, con un cierto distanciamiento, la fugitiva raza humana, o su propio pueblo, o su propia casa, pero difícilmente él mismo, y no lo enrollará en esperanzas ni lo enfermará con desesperación. El ha hallado la paz y adorado al Dios, él maneja en otoño los gérmenes de una futura primavera lejana. Tristes hijos del otoño tormentoso, no hay escape, tienes que infligir y soportar, seguramente es tiempo para ti de aprender a tocar el diamante interior al diamante exterior, adelgazando tu humanidad un poco entre los diamantes invulnerables, sabiendo que tus furiosas elecciones, esperanzas y terrores son en vano, pero la vida y la muerte no son en vano, y el mundo es como un vuelo de cisnes.  

traducción: HM

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