Autor: Robinson Jeffers
Viejo jardín de líquen ocre y agrisado, ¿cuán larga una rima desde que la gente marrón que se desvaneció de aquí construyó hogueras junto a ti y anidó junto a ti desde el fluctuante viento de mar? Cien años, doscientos, has sido separado de la humanidad y sólo has conocido las ardillas de rastrojo y los conejos del promontorio, o los caballos de arado de pezuñas largas en la cima de la colina en diciembre, gaviotas siguiendo, aullando en el surco negro, ninguno te tocó con amor, el halcón gris y el halcón rojo te tocaron donde ahora yace mi mano. Así te he traído vino y leche blanca y miel para los cien años de hambre y las cien frías eras de viento de mar.
No soñé que el sabor del vino podía unirse con granito, ni la miel y la leche te agradaron, pero se mezclaron dulcemente por las grietas desgastadas por la tormenta entre los musgos, interpenetrando las silenciosas huellas de ala de antiguos climas largamente en paz, y las cicatrices más viejas del fuego primigenio, y la pétrea resistencia que está esperando millones de años para transportar un rincón de la casa, éste también destinado. Préstame la fuerza del pasado y te prestaré las alas del futuro, porque las tengo. Cuán querida serás para mí cuando yo también envejezca, vieja camarada.
traducción: HM