Autor: Robinson Jeffers
El mono terreste con cerebro y manos de hombre, físicamente el más repulsivo de todos los animales de sangre caliente hasta aquel tiempo del mundo: ellos habían cavado un pozo y atrapado a un mamut, ¿pero cómo sus palos y piedras llegan a la vida con ese pellejo? Ellos danzaron alrededor del pozo, aullando con excitación de mono, lanzando agudos guijarros en vano, y el hedor de sus cuerpos manchó el aire blanco del amanecer, pero en ese momento uno de ellos recordó al bailarín amarillo, el fuego comiendo el bosque que custodia la boca de la cueva: él corrió y lo alcanzó, y otros juntaron palos en el borde del bosque, ellos hicieron una llamarada y la empujaron al pozo, y la alimentaron en lo alto, alrededor de los lados empantanados de su gran presa. Ellos observaron el largo tronco peludo vacilando sobre la babilla trompeteando dolor, y ellos estaban felices.
Mientras el intenso color y nobleza de sonrisa, rosa, oro y ámbar, fluyó por el cielo. Rocas húmedas estaban brillando, un pequeño viento sacudió las hojas del bosque y las flores bandera del pantano, el suave valle entre las bajas colinas se volvió tan hermoso como el cielo, mientras en el medio, hora tras hora, los felices cazadores asaron su carne viviente lentamente hasta la muerte.
Esta es la gente. Este es el amanecer humano. En cuanto a mí, preferiría ser un gusano en una manzana silvestre que un hijo de hombre. Pero somos lo que somos, y deberíamos recordar que no se debe odiar a ninguna persona, porque todos son viciosos, y no sorprenderse ante ningún mal, todos son merecidos, y no temer la muerte, es el único modo de ser purificado.
traducción: HM