Autor: Esperance Mwamini Birindwa
Visitamos el hospital de Bukavu, capital de Kivu del Sur y la segunda ciudad más grande del este de la República Democrática del Congo y conversamos con varios pacientes, quienes nos contaron cómo fueron heridos tras la retirada del ejército congolés, cuando los guerrilleros del M23 entraron en la ciudad.
Además de balaceras y saqueos generalizados, el accionar de los atacantes apoyados por Ruanda provocó el colapso de hospitales que ya se desenvolvían en condiciones paupérrimas. Una joven de 22 años nos cuenta: “Yo estaba acostada en mi casa, cerca de Katana. De pronto, una bala me golpeó en la pierna y comencé a sangrar”.
Ya antes de ingresar al sanatorio nos resultó penosa la fila de dos cuadras de congoleños de todas las edades con heridas de armas de fuego. Mugisho Shalukoma es un joven que estaba primero, cerca de que lo pudieran atender. El se está recuperando de una amputación de un brazo por una granada que le explotó mientras intentaba sacar agua de un pozo. “No vi quién me la tiró, quienes estaban detrás mío en la cola me trajeron al hospital y tuvieron que amputarme”.
Otra mujer herida, de unos cuarenta años, nos contó algo parecido: “Estaba en casa cuando ingresaron los de M23 y me dispararon en la mano derecha. Mi hijo se ocultó y pudo llevarme al hospital. Los tipos se robaron nuestro televisor”.
Una enfermera nos cuenta que el ejército dejó un montón de armas para que los civiles se defiendan, si preferían hacerle frente a los invasores. Deogracias Chibambo, un activista de derechos humanos que estaba recorriendo el hospital, nos dijo que muchos niños tomaron las armas y que hay un pánico generalizado. La semana pasada, se acusó a la fuerza guerrillera ante la ONU de matar a tres niños, pero los líderes del M23 lo desmintieron y adujeron que la acusación es propaganda del gobierno congoleño.
Esperance Mwamini Birindwa, la enfermera que trabaja también para la Cruz Roja, dijo que atendieron a más de doscientas personas con heridas de bala desde que el M23 se apoderó de Bukavu, y que sólo murieron tres. Los avances territoriales del grupo tutsi y su disposición feroz al combate han amedrentado a ejércitos ya desvalidos por perpetuas guerras intestinas. Mwamini nos revela que los rebeldes atacaron la sede de la Cruz Roja en Goma, donde se robaron valiosas drogas y equipamiento médico. Además, en su huida en estampida, los pobladores de la provincia oriental abarrotan carreteras controladas por los guerrilleros.
Médicos sin Fronteras es otra organización filantrópica que se ha visto desbordada por la cantidad de heridos que acuden a sus instalaciones. Hablamos con un doctor del equipo, quien nos aseveró que en Minova, Bukavu y Uvira la situación es calamitosa, y que el gobierno congoleño es más descuidado y cruel con su pueblo que el de Milei en Argentina. Sin embargo, las intenciones del M23 no son muy claras. Los congoleños sólo dicen que fueron enviados por Ruanda para apropiarse de minerales congoleños que les sirven para fabricar celulares.
En Bukavu, ya afuera del hospital, notamos que el ambiente está volátil. Durante el fin de semana se produjo una explosión en el centro de la ciudad, en una reunión de los guerrilleros, que les provocó veinte bajas. Los esfuerzos de las naciones africanas vecinas para detener el conflicto han sido vanos. En tan sólo dos meses de incursión el M23 mató a más de 7.000 personas y medio millón hallaron refugio en aislados campamentos de desplazados que a duras penas sobreviven en condiciones de hambre y desolación. La agencia de refugiados de la ONU dijo que durante el fin de semana más de 70.000 congoleños huyeron a la vecina Burundi, donde aguardan con temor y preocupación los embates de la guerrilla tutsi.