Pieles de cordero decadentes

Autor: Robinson Jeffers

Después de todo, también nos paramos a una altura. Nuestra sangre y nuestra cultura han pasado las marcas de inundación de cualquier mundo hasta este tiempo. Nuestros ingenieros no tienen nada que aprender de los de Roma, Egipto, China, y podrían enseñarles más que siempre sus hacedores de mitos imaginados. Nuestra ciencia, no importa cuán confundida, personal y fabulosa, difícilmente pueda inclinarse lo suficiente bajo, águila enceguecida por el sol, para reírse de las extrañas astronomías de Babilonia, o en Lucrecio sus sueños infantiles de orígenes, o el cisne lunático de Platón. Mientras que para nuestros medios y dominio de la guerra, en el mar, en la tierra, en el aire… ¿Tan presuntuoso? Porque no estamos orgullosos sino cansados y avergonzados de su pico de tiempo. ¿Qué es noble en nosotros, para alumbrar la imaginación de una era futura? Debemos parecer una raza de faustos baratos, magos vulgares. ¿Qué hombres tenemos para mostrarles si no invenciones y aparatos? No hombres sino poblaciones, hombres en masa, no vida sino diversiones, no salud sino medicinas. Y el olor: ¿Qué es ese olor? Pieles de cordero decadentes: los ideales cristianos que por protección y calor nuestros desnudos ancestros… pero naturalmente, luego de diecinueve siglos…

Oh Muerte, vieja capitana, ¿es tiempo de elevar nuestras anclas? Es quizás el tiempo, casi el tiempo, de dejar a nuestras supremas invenciones que comiencen a trabajar. Las exactas armas inteligentes casi puede rodar por ellas mismas en la acción de su propio acuerdo, y calcular sus propias trayectorias. Las naves de batalla inteligentes conocen sus objetivos, los grandes aviones bombarderos y cazas meteóricos están todos dispuestos para… ¿qué? Vanidad. Esto también es vanidad, horrible también, pero un sueño vano. Nuestra civilización, lo peor que puede hacer, aún no puede destruirse a sí misma, sino sólo arrastrarse por los siglos profundamente herida.

traducción: HM

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