Autor: Robinson Jeffers
La paz es la heredera del deseo muerto, ya sea que la abundancia mate al cormorán en una hora feliz, o el sueño o la muerte lo hundan profundo en aguas soñadoras, la paz es las cenizas de aquel fuego, el heredero de aquel rey, la posada de aquel viaje.
Esta última y mejor meta: muertos la sostenemos tan fuerte que nos envidiarán y temerán bajo el menosprecio de pestañas hundidas. Los saludos del día de la muerte son los más dulces. Dejen que las trompetas rujan cuando un hombre muere y los cohetes vuelen arriba, él ha encontrado su fortuna.
Todavía con mucha hambre y penosamente de esa manera, no debería estirar un dedo para recogerlo inmaduro y antes que la oscuridad se arrastre para cubrirlo: la vida rompió diez fustas sobre mi espalda, rompió fe, robó esperanza, antes que denunciara el pacto de coraje.
traducción: HM
