Autor: Robinson Jeffers
Más allá del gran valle una extraña creciente instintiva comienza a poseer el suelo, la llanura se amontona en pequeñas jorobas y túmulos, crestas bajas sin rumbo, una súbita violencia de roca las corona. Las atiborradas huertas terminan, llegaron a un cuchillo de piedra, las granjas están finalizadas, los súbitos pies de la sierra. Colina sobre colina, cresta nevada más allá de la montaña junta el aire azul alrededor de su altura.
Aquí al pie del paso los feroces clanes de las montañas que han pensado por miles de años, hombres con bocas ásperas y ojos como el hambre de águilas, se han reunido entre esas rocas en la hora muerta de la estrella matutina y las estrellas menguantes para asaltar la llanura y al salir la luna regresando, conducido su miedoso culito a las tierras altas, los cuernos agitados y los ojos vidriosos a la luz de las antorchas. Los hombres han mirado hacia atrás parándose sobre esas cabezas de roca para ladrar risas a los graneros ardiendo, y las granjas y la ciudad que siembra la oscura tierra y chata de terribles rubíes… iluminando a los muertos…. No es verdad: De esta tierra se levantó la maldición, las tierras altas han mantenido la paz con los valles, no hay sangre en el suelo, no hay una espada vieja conservando su sombrío óxido, ningún lamento primigenio. La gente es toda una, sus casas nunca conocieron hostigamiento, las tribus antes que ellos eran comedores de maíz, inofensivos como ciervo. Oh, tierra afortunada, debes encontrar a alguien para hacerte música amarga, ¿de qué otro modo tomarás vínculos del futuro, contra el lobo en los corazones de hombres?
traducción: HM