Halcones heridos

Autor: Robinson Jeffers

I
El pilar roto del ala se desprende del hombro coagulado, el ala se arrastra como una bandera en derrota, no más para usar el cielo por siempre sino vivir con hambre y dolor unos pocos días: ni el gato ni el coyote acortarán la semana de esperar a la muerte, hay juego sin garras.
El se para bajo el arbusto de roble y espera los pies cojos de salvación, a la noche recuerda la libertad y vuela en un sueño, los amaneceres lo arruinan. Las maldiciones del día vienen y lo atormentan a distancia, nadie salvo la muerte redentora humillará esa cabeza, la intrépida prontitud, los ojos terribles. El Dios salvaje del mundo a veces es misericordioso con aquellos que piden piedad, no con frecuencia con el arrogante.
Ustedes no lo conocen, ustedes, gente comunal, o lo han olvidado, intempestivo y salvaje, el halcón lo recuerda, hermosos y salvajes, los halcones, y hombres agonizantes lo recuerdan.

II
Salvo por las penalidades, mataría antes a un hombre que a un halcón, pero el grande de cola roja no había dejado nada excepto miseria incapaz de los huesos demasiado averiados para arreglarse, el ala que se había arrastrado bajo sus garras cuando él se movió.
Lo habíamos alimentado seis semanas, le di libertad, él paseó sobre la colina delantera y retornó a la tarde, pidiendo la muerte, no como un mendigo, aún miraba con la vieja implacable arrogancia. Lo que cayó fue relajado, plumaje de búho, suaves plumas femeninas, pero lo que remontó, el feroz ajetreo, las garzas nocturnas junto al río desbordado gritaban de miedo ante su crecida antes de desenvainarse del todo de la realidad.

traducción: HM

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