Autor: Davies, William Henry

Vi a la niebla ponerse espesa, lo que pronto cegó mi entendimiento, hizo hombres altos de chicos y gigantes de hombres altos. Agarró mi garganta, tosí, nada había en mi cabeza excepto dos pesados ojos como bolas de plomo ardiente.
Y cuando se puso tan negro que no podía reconocer lugar alguno, perdí todo mi juicio entonces, de la distancia y el espacio.
Los faroles de la calle, y las luces sobre los autos frenados, podrían ser sobre la tierra o las estrellas celestiales.
Un hombre pasó cerca de mí, yo le pregunté por mi camino, él dijo ‘Ven, sígueme, mi amigo’ lo seguí adonde me condujo.
El golpeó las piedras del frente ‘Confía en mí y ven’ dijo él, yo lo seguí como un niño, un ciego me condujo a casa.

traducción: HM

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