Autor: Davies, William Henry
Pensé que mi verdadero amor dormía, me arrastré detrás de su silla y saqué un alfiler largo, la corriente dorada salió, ella se sacudió toda, con nuestros rostros adentro.
¡Ah! pequeño reyezuelo, conozco ahora tu pequeño y musgoso nido, es un lugar ventoso, frío, ningún ojo puede ver mi rostro, sin embargo observa el lugar donde medio me hundí en dicha. Cuando estuve ahogado, medio muerto, ella se ríe y sacude su cabeza, azotado por las ondas de su cabello retiro mi rostro de allí, pero nunca, jamás, lo juro, ella oyó un llanto de piedad.
traducción: HM
Vistas: 2