Autor: Jim Haynes
Según el último informe de la ONU, con esta cifra los muertos ocasionados por las pandillas haitianas el año pasado crecieron un 20% respecto de 2023. Además, provocaron más de 2.200 heridos y realizaron cerca de 1.500 secuestros. “Estos números no logran capturar los absolutos horrores que se están perpetrando en Haití, pero revelan la violencia rampante a la que ha estado sujeta la población” dijo el Alto Comisionado para los Derechos Humanos del organismo internacional, Volker Türk, en una típica rueda de prensa.
Entre las víctimas hay dos periodistas y un oficial de policía asesinado cuando hombres armados abrieron fuego en la reinauguración del hospital más grande de Haití, anteriormente atacado en abril. También se incluyen los 200 ancianos masacrados como parte de una venganza por la muerte del hijo de uno de los líderes pandilleros por un embrujo vudú.
También se contaron los 315 pandilleros –o sospechosos de serlo-, que fueron linchados por vecinos enfurecidos, y los más de 280 muertos por la policía en ejecuciones sumarias.
“Ha estado muy claro que la impunidad por violaciones y abusos a los derechos humanos aquí es total, así como la corrupción, que llega a abortar cualquier esfuerzo por salir de un estado de convulsión social permanente” –analizó Türk.
Además de pedir más apoyo logístico y financiero a la misión de la ONU que comenzó en junio, reclamó que los policías y las fuerzas de seguridad necesitan más y mejor armamento. Más de 400 policías kenyatas aún se hallan perdidos en su misión de eliminar a los pandilleros, y la semana pasada les llegó un refuerzo de policías centroamericanos y caribeños –específicamente, de Guatemala. Jamaica, Bahamas y Belice-, mientras se espera el arribo de personal antipandillero de Barbados, Bangladesh y Chad para la segunda quincena de enero. En total se espera reunir un pequeño ejército de 2.500 efectivos para luchar contra el flagelo gangsteril.
En otro golpe a la supervivencia de Haití, la principal línea aérea anunció que suspendía todos sus vuelos de la capital Puerto Príncipe, ya controlada en un 85% por las pandillas. De este modo, el principal aeropuerto del país se quedó sin vuelos comerciales por tercera vez en el año. Sunrise Airways sólo informó que la decisión se basó en circunstancias que están fuera de su control, añadiendo que la seguridad de los pasajeros y las tripulaciones fue una prioridad. En noviembre pasado el aeropuerto cerró cuando unos pandilleros abrieron fuego y atacaron tres aviones, incluido uno de Spirit Airlines que estaba en pleno vuelo, hiriendo a uno de sus tripulantes. Del mismo modo la Administración de Aviación Federal de Estados Unidos canceló todos los vuelos a la capital de Haití hasta el 12 de marzo, por similares razones de seguridad.
Otra consecuencia nefasta de la violencia pandillera son los 700.000 desplazados que vagan nómades como zombis sobreviviendo en condiciones penosas, en carpas y refugios improvisados, en medio de una promiscuidad e insalubridad alarmantes.
En este escenario, Türk solicitó a todas las naciones que detengan las deportaciones a Haití. “La enorme inseguridad y crisis de derechos humanos en el país simplemente no permite un retorno seguro, digno y sustentable de los haitianos. Y encima de todo, las deportaciones son constantes, en un reflejo de la inhumanidad –e insensibilidad- en la que está viviendo el mundo” –consideró el funcionario de la ONU.
En efecto, durante la administración de Biden, se registraron 27.800 deportaciones de haitianos, y pocos han hecho un seguimiento de esas personas, quizás algunos entraron a las filas pandilleras, tal vez otros fueron víctimas de ellas (las otras únicas opciones son haber desfallecido de hambre o por sobredosis de drogas mal preparadas). Por su parte, la República Dominicana, en una muestra más de la mala vecindad y el egotismo de los países contemporáneos –y de sus gobernantes- deportó más de 250.000 haitianos como parte del plan para frenar la inmigración a Estados Unidos, donde Trump ya los acusó de comerse las mascotas, y adelantó que sus deportaciones serán más sustanciales y criminales que las del gagá Biden.