Autor: Davies, William Henry

Ningún oro ocioso, desde que este elegante sol, mi amigo, no es un mísero tacaño sino que gasta libremente.  
Ningunas piedras preciosas, desde que estas verdes mañanas muestran, sin cargo, sus perlas adonde voy.
Ningunos libros sin vida, desde que los pájaros con sus dulces lenguas me leerán sonoras sus canciones más felices.
Ningunas escenas pintadas, desde que las nubes pueden cambiar sus cielos cien veces por día para complacer a mis ojos.
Ningún vino de la cabeza, desde que, cuando bebo, la primavera cantará suavemente a mis ansiosos oídos.
Ninguna ropa sobrante, desde que cada simple bestia puede enseñarme a ser feliz con lo mínimo.

traducción: HM

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