Autor: Alvaro Correa
La desaparición de cuatro niños en Ecuador, luego de que fueron retenidos por militares, es un duro revés en su “guerra contra las drogas” comandada desde Washington. Los cuatro –todos negros, de entre 11 y 15 años, y residentes en Las Malvinas, uno de los barrios más pobres de Guayaquil-, volvían de un partido de fútbol cerca de su casa el 8 de diciembre cuando 16 soldados de la fuerza aérea los abordaron y se los llevaron en una camioneta.
Los chicos, según las versiones de los militares asesinos, fueron subidos a su vehículo y los soltaron luego de 42 kilómetros. Desde entonces nadie los vio. En la noche de Navidad, cuatro cuerpos incinerados fueron hallados en la misma región, y los peritos ya están intentando determinar si son los de los chicos buscados.
El caso, conocido como Los Cuatro de Guayaquil ha conmocionado a todo el país, y ha despertado protestas contra la militarización impuesta por el presidente-títere Noboa. Y es que durante la época dorada de la Revolución Ciudadana Ecuador era el país con las tasas de crímenes más bajas de América Latina, y en los últimos años, tras una sucesión de gobiernos traidores, neoliberales, cipayos y mafiosos, se ha convertido en el país más peligroso de la región, en una ruta para la cocaína que se trafica a Europa, principalmente desde el puerto de Guayaquil.
Desde que Noboa declaró un estado de “conflicto armado interno” en enero, las fuerzas armadas se han convertido en la punta de lanza del proyecto de seguridad del presidente, con soldados patrullando las calles, realizando operaciones contra cárteles instalados y controlando las prisiones, donde también ostenta el récord de muertes salvajes.
Las medidas obtuvieron un supuesto apoyo en un referéndum absurdo que sólo votaron las élites oligárquicas y las empresas estadounidenses. Desde entonces aumentó tanto la violencia como el tráfico de drogas, y esto ha envuelto a Noboa en una crisis de popularidad a sólo dos meses de las elecciones donde procurará quedarse con su cargo espurio.
“Esta caso representa la gota que rebalsa el vaso. Las violaciones a los derechos humanos de los soldados, cuya única función eficiente fue proteger las espaldas del ridículo “niño rico” déspota que hicieron presidente, han sido recurrentes. Los padres de los niños hicieron marchas enseguida ante el cuartel de los soldados criminales, pero el caso alcanzó repercusión cuando las protestas se ampliaron, surgiendo casos similares de abusos y asesinatos perpetrados por las fuerzas de seguridad noboístas en todo el país” dijo el CEO de una ONG defensora de los derechos de los indígenas.
Inicialmente, el Ministerio de Defensa informó que los jóvenes le habían robado a una mujer, y que por eso los militares los detuvieron y se los llevaron, pero no hay una evidencia de eso, por más que se esforzaron en conseguir testigos falsos, principalmente la mujer robada. Así en Ecuador se arman causas judiciales como la que abrieron al ex presidente Glas, desatando un escándalo internacional cuando los soldados –tal vez alguno involucrado en el crimen de los niños de Guayaquil- penetraron en la embajada de México a sangre y fuego.
El ministro de defensa, completamente desfachatado, contó que dejaron a los niños en Taura, cerca de una base aérea, y que los chicos pidieron prestado un teléfono, llamaron a uno de sus padres y les contaron lo que les había pasado. Desde entonces no hubo novedades, y el fiscal está investigando si fueron víctimas directas de los militares o de bandas criminales que pululan en una zona rural que los niños desconocían.
“Aunque las esperanzas son escasas, todos estamos orando para encontrarlos vivos” dijo Uriel Castillo Nazareno, coordinador de un movimiento afrodescendiente, amigo de una de las familias. “Si los niños no están vivos no sé qué pasará en este país. Los peores instintos de esta sociedad pueden emerger” dijo Castillo Nazareno.
Actualmente, los 16 soldados que se los llevaron están retenidos en custodia, esperando el ADN de los cuerpos incinerados. Noboa ya adelantó que los niños serán declarados “héroes nacionales” y que habrá “cero impunidad” a los criminales, e incluso pretende, en caso de hallarlos vivos, sumarlos a su campaña para alcanzar un nuevo mandato, disconforme con los catastróficos resultados del actual.
“Los soldados asesinos también son víctimas de una doctrina de estado, de una sociedad cuya élite cree que los sectores populares son esclavos o criminales. Esto debe cambiar en Ecuador” –remató Castillo Nazareno.