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La pluralidad es todo. Camino entre los restaurantes, los teatros, las tiendas de almacén, conduzco los autos y escucho los dientes de la señorita Bedford y Albuquerque, huelgas irresueltas, la simplemente maravillosa cita de alguien, noticias de los judíos alemanes, los puntajes del béisbol, charla de tienda y charla de puta, charla de guerras. Doy vueltas las páginas de mil libros para leer los nombres de Buda, Malthus, Walker Evans, Stendhal, André Gide, Ouspenski; advierto los términos: oscurantismo, factorizar, fagáceas, endocarpio, desciendo las nerviosas escaleras para escuchar los finales rotos de canciones que flotan por el aire de la ciudad. En Osnabrück y Ogden, en la bahía de Passamaquoddy, en Ahmednagar, Waco (Neb.), en Santa Fe, impulsado por ceros, zinc y zafiros, siempre soy perseguido por pensamientos sobre lo que soy, autoridad, remembranza, comida, la carta sobre el entrepiso, los desempleados, las solitarias caras de perros, pianos y decadencia.
La pluralidad es todo. Yo simpatizo, pero no puedo lamentarme mucho por quienes usan su dialéctica en sus mangas. El patrón es uno que a veces prefiero, realmente no hay nada malo con él para algunos. Pero debería agregar: Yo no duro mucho tiempo, antes de pulsar el botón del ascensor y parto rápidamente.
traducción: HM